Pues no es por ser agorero, pero la realidad pinta un poco oscura. Hacer más caso de lo debido a los analistas que desgranan la actualidad internacional me está provocando un sarpullido vital de consecuencias devastadoras, al menos, para mi ánimo. Que si la extrema derecha está en posición de gobernar en Gran Bretaña, Francia y Alemania, que si en el África subsahariana la irrupción y consolidación de fuerzas yihadistas está convirtiendo en inviables una serie de Estados que, hasta la fecha, también lo eran pero que disimulaban con la ayuda occidental, que si Donald Trump va a abandonar sus posiciones moderadas para liarse a bombas con Maduro, que si Putin tiene un maquiavélico plan para que los europeos bailemos la kalinka como si fuéramos oriundos de las estepas, que si China nos va a colocar sus automóviles como producto de primera necesidad... En fin, la verdad es que hace eones que parece que el mundo se aproxima a un nudo gordiano que deberá determinar otra realidad diferente a la actual. A ello, desde luego, en nada contribuye la pasión humana por destrozar el medio ambiente y por consumir sus recursos, circunstancia que contribuirá a alimentar los conflictos de un futuro no muy lejano. Virgencita, virgencita...
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