nesperada compañera durante setecientos días: Esto no es, ni de lejos, una despedida. Ni siquiera un hasta luego. Seguirás conmigo, ya no solo para las situaciones en que no se ha retirado la obligatoriedad, sino para algunas más. Porque es posible que en ocasiones hayas resultado un engorro, como en los días de calorón subiendo escaleras o en los de frío y lluvia empañándome las gafas insistentemente, pero, en general, creo que hemos sabido convivir más que razonablemente. No, para mí no eres “el bozal”, como gustan menospreciarte los cascarrabias. Al contrario, algo me dice que si en estos dos años no solo me he librado del covid sino que apenas he pasado un resfriado de día y medio, ha sido gracias a tu intercesión. Espero no olvidarlo.
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