equeño gran valiente: Leo con emoción tu hazaña. Has recorrido solo en un tren los 1.200 kilómetros que separan Zaporiyia (la ciudad ucraniana de la central nuclear atacada por los rusos) de la frontera con Eslovaquia. Únicamente llevabas una bolsa de plástico, tu pasaporte y un número de teléfono escrito en la mano. Gracias a eso, la policía eslovaca pudo contactar con tu madre, que no había tenido más remedio que quedarse en el país invadido por los rusos para cuidar de tu abuela, y encauzar tu entrega a los familiares que tienes en Bratislava. Tu historia es una entre ya más de dos millones de compatriotas que han tenido que salir de Ucrania con lo puesto ante la vergonzosa mirada hacia otro lado (cuando no complicidad) de los más progres del lugar.