- Según cuento en las fotos, hay seis ucranianos y cuatro rusos frente a frente en una mesa con mantel y unos adustos botellines de agua. Los titulares -optimistas, exagerados, ingenuos, voluntaristas- hablan de negociaciones. Todos sabemos que, en realidad, se trata de una escenificación que sigue el principio de “si hay que ir, se va”. Y además, en Minsk, Bielorrusia, fiel lacayo del invasor ruso. Porque, aunque simplifiquemos nombrando los hechos como guerra, no podemos pasar por alto que hablamos de unos agresores y de un pueblo que se defiende. Situarlos en el mismo plano, aunque sea inconscientemente, es contribuir al relato de los imperialistas abusones, los que han entrado por la fuerza a tomar lo que no es suyo. Sembrando la muerte y la destrucción y provocando el éxodo con lo puesto de decenas de miles de personas que hace solo una semana tenían una vida exactamente igual que la nuestra. Tengámoslo presente.

- Sí, esto va de elegir bando. Por incómodo que nos resulte, debemos sentirnos interpelados y concernidos. No solo porque nos va a tocar (ya nos está tocando) apechugar con las consecuencias económicas del ataque, sino por una simple cuestión de principios y valores morales. Debemos apoyar a los más débiles que, además, son los que tienen razón. Eso implica despojarse del buenrollismo de chicha y nabo. El pueblo ucraniano no está pidiendo lemas chachipirulis. Necesita, en primera instancia, material para tratar de hacer frente a los que amenazan sus vidas, sus casas y su libertad. Hablamos, oh sí, de armas y, si llega el caso, de efectivos militares sobre el terreno. En este sentido, es una brutal obscenidad que Podemos haya salido con la matraca del “No se puede hacer la guerra en el nombre de la paz”. ¿Habría valido la misma soplagaitez para las Brigadas Internacionales en la guerra de 1936?

- Por fortuna, el principio de realidad se va imponiendo. Hasta Suiza ha roto su inveterada neutralidad y, como poco, va a congelar activos rusos. Eso, mientras la Unión Europea parece haber despertado de su modorra inicial. Las sanciones que se han puesto sobe la mesa empiezan a ser de las que hacen pupa de verdad tanto en lo económico como en lo simbólico. Porque el bloqueo aéreo y la expulsión del sistema bancario SWIFT seguro que tienen su punto intimidatorio, pero en lo social, la marginación de Rusia de cualquier evento deportivo y/o cultural puede llegar a ser altamente efectiva. Y luego, claro, la negociación. Pero no la de la rendición.