- Cuánta razón tenía el difunto Alfredo Pérez Rubalcaba: en España se entierra muy bien. Aplausos al llegar al escaño, aplausos tras la contenida intervención pensada como autoepitafio, aplausos al abandonar, probablemente por última vez, el Congreso de los Diputados. Parafraseando al Machado más cursi, Pablo Casado se ha ido y nadie sabe cómo ha sido. En realidad, “lo han ido”. ¿Quiénes? Pues muy buena parte de los mismos y las mismas que ayer palmeaban sus manos después de lavárselas en la palangana de Poncio Pilatos. Porque seguiremos haciendo todos los análisis políticos que sea menester sobre la semana tragicómica del PP, pero no podemos pasar por alto la lectura humana, o más bien, infrahumana, del alucinógeno y nada edificante espectáculo genovés. Uno entiende que hay que buscarse las alubias, el caviar, el cole exclusivo para los nenes o el abono del Club de Campo. Pero tratando de no traspasar ciertos límites y, desde luego, sin retratarse como las sabandijas sin principios que han demostrado ser algunos de los que Casado tenía por su guardia de corps.
- Por lo que nos toca geográficamente más de cerca, podemos empezar la larga lista de Brutos, con B mayúscula, por Javier Maroto. Nadie le debe tanto a Casado como el gasteiztarra empadronado en Sotosalbos para seguir chupando de la piragua. El palentino lo recogió del arroyo político y, a pesar de que cada vez que abría su boca de chancla lo metía en un fregado, le procuró un buen momio. Las hemerotecas y las tuitotecas guardan su adhesión inquebrantable al líder justo hasta que empezó a oler a cadaverina. Entonces, con la impudicia que ya le tenemos de sobra conocida y la prisa de las ratas huyendo del barco que se va a pique, corrió a proclamar que él ya había dicho que era partidario de un congreso extraordinario, y oye, Feijóo, que aquí estamos paloquequieras.
- Esa misma actitud de Judas de baja estofa la calcaron al milímetro casi todos los que le deben a Casado todo lo que son. Destacan la inconsistente portavoz Cuca Gamarra, la eterna promesa venida en nada Andrea Levy y, con doble blasón de traidor, Adolfo Suárez Illana. Quién nos iba a decir que el hijo tonto de Suárez acabaría haciendo a su benefactor lo que le hace a Oskar Matute cuando toma la palabra en el estrado: darle cobardemente la espalda. Por decirlo todo, habrá que citar, también por cercanía, a Ana Beltrán. La presidenta del PPN, Pablo Montesinos y Antonio González Terol han sido fieles hasta el final al líder ya caído. Les honra.