- Van a estar graciosas a la par que interesantes las próximas semanas de sokatira. El PP haciéndose el digno y jurando que no dejará un hueco a Vox en el Gobierno de Castilla y León, y los abascálidos, venga y dale con que o entran o se monta la de San Quintín. Ahora que no nos lee nadie, anotaré que en esta gresca de cuñas de la misma madera llevan la razón los requeteultramontanos. Que puede darnos asquete y rabia, pero se han ganado a pulso su derecho a una vicepresidencia y, como poco, cuatro consejeros, lo mismo que tenían antes del adelanto electoral las ahora finiquitadas huestes de Ciudadanos. Sinceramente, después de multiplicar ¡por trece! la representación, yo tampoco me conformaría con menos. Especialmente, si, como es el caso, el partido que me necesita perentoriamente se ha metido en el fango por su propio pie y lleva meses mirándome por encima del hombro como si hace bien poco no hubiéramos compartido las mismas siglas.

- Con todo, mientras nos divertimos viendo la pelea en el barro diestro y nos conformamos con el análisis facilón del pan con unas hostias que hizo el PP al convocar estas elecciones que le han salido por la culata, nos perdemos voluntariamente otras dolorosas realidades. Por ejemplo, que en los anteriores comicios los azules y los verdes sumaban 30 procuradores, mientras que hoy suman 43. Eso, sin pasar por alto que en 2019 el PSOE fue la fuerza más votada con 35 escaños y ahora ha caído a 28. O que Unidas Podemos, que solo con la franquicia morada en liza (porque IU presentó listas aparte) tuvo tres representantes, se ha quedado por los pelos en tan solo uno, que es exactamente lo que ha conseguido salvar del naufragio Ciudadanos.

- La leche de las formaciones que se reclaman de izquierda ha sido de campeonato. Otra cosa es que resulte menos doloroso engañarse en el solitario con las cuitas del fiasco del PP por no cumplir expectativas. Triste y pobretona excusa es refugiarse en la abstención. Y peor todavía, tirar de manual para culpar a los malvados medios de comunicación y a la incultura del populacho que ha vuelto a demostrar que no sabe votar. No me invento nada. Es la explicación por escrito y de viva voz, entre otros, de Pablo Iglesias, apaleado en Madrid como candidato real y en Castilla y León como supuesta locomotora de un proyecto que va cuesta abajo en la rodada. Algún día alguien caerá en la cuenta de que las alertas antifascistas se vuelven contra quien las proclama y difunde alegremente. Y ya puede ser antes de que se convoquen las próximas elecciones porque si no, vamos dados.