- Lo dejé apuntado en las cuatro letras que le dediqué ayer a Simone Biles. Por lo visto, no bastaba con respetar su decisión y desearle lo mejor. Los mismos que se habían sacado en cinco minutos el máster en gimnasia artística para comentar sus evoluciones como si fueran la mismísima Paloma del Río consiguieron en dos un doctorado en psicología parda y corrieron a regalarnos sus teóricas. Conforme a la costumbre, todo iba de arrimar el ascua a la sardina que cada cual suela vender y transformar a Biles en icono de la mercachiflería que fuera. Y así, muchos de los que suelen cantar las mañanas con la entrega, el sacrificio, la resistencia a rendirse y/o el desafío a todos los elementos sacaron la lira y empezaron a hacer odas a quien tiene la valentía de reconocer que se ha visto superada por los acontecimientos y decide parar antes de que se sea tarde.

- Junto a esos auténticos pelmazos veletas llegaron -y ahí siguen- los vendemotos de la salud mental, que en realidad, solo son juglares de sí mismos y de cuatro tópicos que no se van ni con aguarrás. Premio para los cátedros (fueron varios, no sé si copiándose entre sí) que pontificaron que aquí a Biles le habrían gritado que fuera al médico, en alusión a aquella gañanada que le soltó un diputado del PP a Iñigo Errejón. Otro, por cierto, que también se tiró en plancha a patrimonializar a la gimnasta para usarla a su favor: ya os dije que esto del coco es muy importante, pero qué listo soy. Todos, megamajos, megacomprensivos y, sobre todo, megapaternalistas palmeando la espalda de la deportista, clap, clap, clap, yo sí te entiendo, pequeña. Ya quisiera ver esa actitud cuando se encuentren ante un prójimo o una prójima sin tanto nombre a punto de romperse por la presión.

- Y frente a los ternuristas, como los bautizó el columnero diestro Jorge Bustos, aparecieron los cipotudos, esos que tienen a El Fary -“Yo al hombre blandengue lo detesto”- como mesías. Rezumantes de testosterona y abrótano macho, proclaman que si te rilas ante la primera contrariedad, es que no tienes madera de número uno, y que mejor que dejes hueco a alguien con el instinto asesino fuera de dudas. Sostienen tal mendruguez excrecencias humanas que no llegarán ni en veinte vidas a los talones del palmarés sideral acreditado por Biles. Definitivamente, son más deleznables que los anteriores. Con lo fácil que sería hacernos a un lado y respetar sin más comentarios la decisión de alguien que tiene acreditado que sabe lo que debe hacer en cada momento de su vida.