rrepetible deportista e incomparable persona: Respeto y aplaudo cada decisión que ha tomado hasta ahora y las que tome en un futuro. A lo largo de su vida y de su carrera ha acreditado que sabe lo que le conviene, aunque haya sido a costa de renuncias, sufrimientos e incomprensiones. Seguro que el tiempo demostrará que ha vuelto a hacer lo correcto. Alabo su valentía pero no me permitiré ir más allá. No es, desde luego, su culpa, pero no puedo impedir sentir cierto repelús ante la legión de interpretadores paternalistas de sus actos que están haciendo de usted santo y seña de la salud mental en el deporte sin querer darse cuenta de que lo que nos acaba de pedir es que dejemos de exigirle logros sobrehumanos dentro o fuera de la cancha.
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