- La verdad es la verdad, la diga Agamenón, su porquero... o Isabel Díaz Ayuso. Probablemente necesitada de titulares, la presidenta de la Comunidad de Madrid ha anunciado que no acudirá a más conferencias de presidentes autonómicos. Es cierto que su puñetazo encima de la mesa pierde credibilidad cuando aplaza la amenaza hasta después de la inminente convocatoria, la del próximo viernes en Salamanca, pero sus cagüentales están cargados de razón. Sostiene la diva del extremocentroderecha que esas reuniones no pasan de brindis al sol a mayor gloria del convocante, su ególatra vuecencia Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Sirve para entre nada y absolutamente nada que la principal autoridad de cada comunidad tenga cinco minutos para detallar su lista de cuitas sin mayor esperanza que obtener un "ajá, muchas gracias" antes de que le pasen la palabra al siguiente.
- Eso ha sido así en las esperpénticas, desesperantes e inútiles reuniones telemáticas durante lo más crudo de la pandemia y, sin duda, lo será también en la presencial del día 30 en la capital castellana. Sirva como anticipo el hecho de que el Sultán de La Moncloa comunicó el encuentro antes a la prensa que a los interesados, que jugueteó con la fecha —allá cada vasallo con sus agendas; qué van a encontrar más importante que ir a rendir pleitesía a Su Persona— y que a la hora de teclear estas líneas ni siquiera hay un orden del día concreto más allá de lo obvio. "Se hablará de la situación sanitaria y del reparto de los fondos europeos", es todo lo que ha trascendido. Nos ha jorobado mayo con las flores, a ver si iban a hablar de los cambios en la selección de la canción para Eurovisión.
- En esta tesitura, ¿qué hacer si se preside una comunidad? Supongo que si te llamas María Chivite, tienes carné del PSOE y voto de obediencia ciega a Ferraz, lo suyo es no solo estar en primer tiempo de saludo sino propagar antes, durante y después las bondades del sarao y lo feliz que te sientes de acudir a la llamada. La cosa es más complicada si te llamas Iñigo Urkullu Renteria y durante año y medio tu lealtad sin fisuras ha sido pagada con ninguneos rezumantes de soberbia, ruidosas negativas a las peticiones de ayuda o, en el mejor de los casos, una palmadita condescendiente en la espalda. Supongo que, en última instancia, al lehendakari le pesarán más sus principios institucionalistas, pero si le diera gusto al cuerpo, el viernes encontraría algo mejor que hacer que ir a Salamanca a salir en una foto.