jalá sirvan para algo, pero siento escribir que las nuevas medidas planteadas tanto en la demarcación autonómica como en la foral son un ejercicio de voluntarismo. Loable, desde luego. Necesario, por descontado; nadie entendería que las autoridades se quedasen mirando con la boca abierta la multiplicación diaria de contagios y su reflejo en la sanidad pública. Pero en el punto en el que estamos, marcando récords sucesivos no ya de la quinta ola sino de toda la pandemia, no parece que esta o aquella reducción de horario o aforo pueda ser un gran freno. ¿Lo de la obligatoriedad de las mascarillas en entornos urbanos transitados? Menos da una piedra, si es que no viene el juez jatorra con la guadaña. Quizá la petición de toques de queda (en segundas nupcias en Nafarroa y de estreno, si acaba produciéndose, en la CAV) sea lo que, si se concede, resultaría más efectivo. Aun así, vamos tarde y contra la corriente general. Para empezar, el gobierno español decretó hace meses el fin de la pesadilla vírica y, como se está comprobando, no va a mover un dedo. Que se coman el marrón las comunidades, incluso las gobernadas o cogobernadas por el PSOE. Y si les muestran a Sánchez o a Darias las brutales cifras, les dirán, como en las cuatro olas anteriores, que ya estamos llegando al pico y que pronto comenzará el descenso. Por desgracia, esa pachorra la comparten muchos de nuestros conciudadanos, que siguen viviendo como si estuviéramos a dos minutos de la vieja normalidad. No sé ustedes, pero yo conozco a muy pocas personas que hayan cambiado sus planes o que hayan dejado de incurrir en conductas de riesgo. Así nos va.
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