De carril. Después del vistoso acto en el madrileño polideportivo Magariños en que Yolanda Díaz oficializó su aspiración de ser presidenta del gobierno español, las plumas diestras disparan su tinta contra ella. En algunos casos, con bastante mala leche, como van a leer.
“De Barbie Paracuellos a Camarada Puñalada”, titula a dar Federico Jiménez Losantos su despelleje de la gallega en El Mundo. Aquí tienen el primer párrafo: “Cuando Yolanda Díaz, adentrada en los cuarenta, decidió teñirse de rubia, y luego de más rubia, y después vestirse de señora bien, y luego de muy bien, no se preocupó de actualizar sus ideas, de aprender algo, lo que fuera, para darle algo de sustancia a su papel de Marilyn de bote de Producciones Moncloa. Sus comparecencias electorales se cuentan por fracasos, pero siempre tuvo la astucia de cambiar de lista cuando el voto salía mansurrón, vamos, que no salía. Ella sigue saliendo y a ver qué pasa”.
"El yolandismo es un fenómeno disparatado que solo ha podido crecer en una España tan delirante como la que sufrimos"
Con el trabuco bien cargado, Mayte Alcaraz trata de emular al latigador turolense. Tanto se emociona la columnera de El Debate, que se le olvida poner puntos: “Ayer salió Superyol al Magariños, de blanco fantasma, tras una campaña de publicidad fabulosa, gratuita, y basada en un futurible que su inmediato pasado desmiente: su tirón electoral, su liderazgo de masas a la izquierda del PSOE y sus buenas artes de gestora. El yolandismo es un fenómeno disparatado que solo ha podido crecer en una España tan delirante como la que sufrimos y únicamente en esa clave se entiende la megalomanía de ayer, donde la izquierda pija que come en los mejores restaurantes de Madrid, se peina en las peluquerías de postín, se viste con las firmas más elitistas del mercado, apoya a los supremacistas catalanes y vascos, e impone los derechos de las minorías homosexuales, trans o animalistas sobre los de las mayorías que no llegan a fin de mes”.
"Yolanda Díaz es Iglesias con tetas y mejor peinada"
Su compañero de regüeldos en el digital ultracatólico Antonio R. Naranjo también gasta un puñado de párrafos para poner a caldo de perejil a la lideresa y, de paso, a otros malos rojoseparatistas. Todo, para llegar a este final en que se hace tabla rasa: “Sánchez le salió rana a Iglesias porque ya fue rana hasta con el PSOE. Pero de Yolanda Díaz, que no era nadie, no es la que besa al batracio para convertirlo en príncipe. Es la madrastra. Es Iglesias con tetas y mejor peinada”.
"Yolanda es una mezcla entre Juan Salvador Gaviota, un tocinillo de cielo y Sor Lucía Caram disfrazada de electroduende"
Y ya que ha quedado nombrado el fundador de los morados, he aquí un desmarque por la banda derecha de José F. Peláez, que proclama en ABC su preferencia por Iglesias: “Pablo al menos metía el cuello como Alonso, sacaba el codo como Materazzi, fruncía el ceño como Anguita y venga, hora y media diciendo barbaridades a los compañeros y las compañeras, con esa cara de jurado de 'talent show' y la camisa de 'Ojalá que llueva café en Alcampo'. Pero Yolanda es otra cosa, una mezcla entre Juan Salvador Gaviota, un tocinillo de cielo y Sor Lucía Caram disfrazada de electroduende. Y de verdad, no me entra en la cabeza. No soy capaz de entender qué le verán”.
También en el vetusto diario, Ignacio Camacho completa ese retrato de la vicepresidenta como si fuera de muselina: “A Díaz -de blanco inmaculado, el color de los candidatos romanos- sólo le faltó ayer aparecer bajo palmas en el polideportivo Magariños, a tono con los cortejos procesionales del domingo. Más allá del tono almibarado, melifluo, 'guay' de su discurso late una inmoderada vocación de mesianismo. Se presenta como el mirlo blanco de un renacer político donde todo es diálogo, amabilidad, consenso, colaboración, espíritu constructivo: un Viva la Gente de izquierdas, un amistoso coro de sedicentes progresistas unidos y dispuestos a construir la utopía del paraíso. La sonrisa del criptosanchismo”.
Desde El Mundo, Raúl del Pozo tampoco se priva de paternalismos para perfilar a la líder de Sumar: “Una gallega mimosa, siempre sonriente, de blanco sufragista, la negociadora de las conquistas de los trabajadores, presentó su candidatura a la presidencia del Gobierno. Fue aclamada como la esperanza de la izquierda española y europea. Hubo rojerío, verdes, violetas, trans, Garzón, Enrique Santiago, Colau, Mónica, Errejón. Pero faltó la madre del cordero: la dirección de Podemos”.
En su homilía de la contra de La Razón, Francisco Marhuenda empieza por el proyecto y, cómo termina por el atuendo de Díaz: “La plataforma de la esperanza blanca de Sánchez es una confusa amalgama de partidos, grupúsculos y egos difíciles de gestionar, pero que coinciden en el objetivo común de enviar a Podemos al basurero de la Historia, impedir la victoria del centro derecha y conseguir beneficiarse del gratificante ascensor social de la política. No lo puedo criticar, porque es algo que sucede en el resto de los partidos. Estuvo bien que eligiera el blanco en su puesta en escena, porque ofrece una imagen de limpieza y pureza”.
“Dos de abril: Yolanda de Ramos”, titula Ángeles Caballero su crónica del acto en El Confidencial. Aquí les copio y pego un bocado: “Díaz tuvo hoy, como otros días, un puntito de telepredicadora, pero no evangélica, como las que invita a sus actos el otro gallego en Madrid. Lo suyo es más de las de las primeras comunidades cristianas. Sí, se puede. Ven conmigo. Amén. Aunque hoy lanzara un mensaje a los pastores de otra iglesia: "Yo no soy de nadie". Porque ella no cree en esa preposición como muestra de adhesiones. "En Galapagar ahora mismo se está rompiendo una galería de cristales que hay junto al salón", dijo mi vecino de asiento, que al parecer ha estado en esa casa”.
"El proyecto político de Yolanda Díaz es una Coca-Cola bien fría"
Termino con una curiosa profecía de alguien llamado Jorge Sáinz que publica en Vozpópuli: “El proyecto político de Yolanda Díaz es una Coca-Cola bien fría. Y le irá bien, porque lo que vende Díaz no es una idea de España sino una forma de estar en la vida. Sumar no es un partido, ni una plataforma; no es izquierda, ni derecha. Díaz ha construido una marca comercial sobre conceptos huecos, pero adaptados a una sociedad postpandemia desquiciada que se debate entre cumplir con lo que se supone que debe hacer o mandarlo todo a la mierda y ahogarse en el carpe diem del hedonismo”.