No hay dos sin tres, pero parece que tampoco tres sin cuatro. Esta es la cuarta entrega de justificaciones cavernarias al espionaje de 65 personas que no tienen ni el derecho a cabrearse. Si lo hacen, les cae el baldón de moda: ofendiditos, que es la palabra que emplea Ángel Expósito en ABC: "Pero todos tranquilos porque Podemos, el PNV, Batasuna y el independentismo catalán sobreactúan. ¿A quién prefieren en La Moncloa, a los Pablo Iglesias, Aragonés, Ortúzar y Otegi, a Sánchez o a Feijóo? Pues ya está. Van de ofendiditos y lo hacen de farol. ¡Menudo chollo!".
También en el vetusto diario, Álvaro Martínez se chotea de los flojos separatistas que se enfadan porque los paratos del estado meten las narices en sus teléfonos móviles: "Forma parte del imaginario separatista catalán el sentirse víctima, una mascarada en tela que les confiere la misma prestancia y credibilidad que da un disfraz churretoso comprado en los chinos, pues a ver cómo casa la permanente queja de cagalástimas con ser la región más mimosamente subvencionada siendo de las más ricas entre las diecisiete".
Otro más de ABC. Esta vez, Ignacio Camacho, que además de insistir en lo del victimismo, apunta por otro lado: "Lo que pone de manifiesto el affaire Pegasus es la anormalidad intrínseca del modelo Frankenstein, basado en un pacto con gente de trayectoria tan poco fiable que el aparato de seguridad del mismo Gobierno de Sánchez ha podido considerar susceptible de espionaje. Si fue ilegal deberá pagar alguien, por supuesto, pero la clave está en el contrasentido de una estructura de poder levantada sobre una trama de testaferros del terrorismo, prófugos de la justicia y sediciosos convictos que tras ser indultados anuncian su voluntad de reincidir en el delito".
Enrique López, juez del Supremo metido ahora a consejero de Ayuso (ya ven qué credenciales) exhibe impúdicamente lo que entiende por mínimas garantías: "Para decirlo de forma sencilla: a quienes presuntamente puede que se les controlasen las comunicaciones es a personas que habían dado un golpe de Estado y que aseguraban de manera pública y notoria que volverían a hacerlo. El debate abierto, aparte de las lágrimas de cocodrilo que se están utilizando como pegamento de un independentismo decreciente y dividido, debe servir para que quienes más responsabilidad tienen dejen claro que en España contamos con una justicia independiente, con cuerpos de seguridad profesionales y con instrumentos de defensa del Estado con capacidad para anular la acción subversiva de sus enemigos". Un tío con toga. Y sin investigación ni juicio, ya dicta sentencia.
Luis Ventoso, subdirector de El Debate, cambia lo de ofendiditos que hemos visto arriba por espiaditos. La monserga chistozuela es la misma: "Comprendemos la amarga queja de nuestros fraternales amigos los espiaditos: ¡Servicios de espionaje que espían a los enemigos de sus países!, ¡qué barbaridad! Todos sabemos que el Mosad israelí, el MI5 y el MI6 británicos, la DGSE francesa, la CIA o el Bundesnachrichtendienst alemán son cordiales onegés, dedicadas a la fomentar la fraternidad universal, la alianza de civilizaciones y la lucha contra el cambio climático. Todo este circo de los espiaditos no es más que un show victimista, que atiende a que el movimiento separatista está de capa caída y peleado y necesita una campaña de lamentos que insufle unidad y nuevos ánimos. Eso sí, no les faltarán tontos útiles en Madrid que los secunden en sus suspiros".
Va de diminutivos. Santiago González aporta el suyo en El Mundo: "Pues señor, parece que se ha desatado una tormentita en un vaso de agua a cuenta del programa israelí que supuestamente se habría utilizado por el CNI para espiar a 63 políticos, periodistas y empresarios vinculados al golpismo catalán y al terrorismo vasco, porque en la lista figuran también, Arnaldo Otegi y el diputado de Bildu, Jon Iñarritu".
En el diario de Unedisa, Julio Valdeón no pierde la oportunidad de hacer dedos y gracietas sobre asunto: "Conmueve ver a los líderes de la camorra lloriquear porque el Estado intentaba defenderse. A lo mejor cabe recordarles que, de ser cierto que el CNI estaba detrás, existe para «prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión contra la independencia o la integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de derecho y sus instituciones». Acostumbrados a chulearnos con vibrante impunidad, los sediciosos no toleran que nadie desnude su discurso averiado, convencidos de que tenemos que agradecer el intento de golpe de Estado".
Echamos el freno por hoy en El Confidencial, donde Antonio Casado esgrime el gran comodín para que no se investiguen las posibles patadas a la espinilla del estado de derecho: "En este asunto no basta con ponerse estupendos en nombre de la democracia y los derechos fundamentales (ver artículo 18 de la Constitución). También hay que saber cómo funciona el Estado y cómo cumple su obligación de prevenir delitos, incluidos los ataques al orden constitucional, en un marco de legalidad. Por su propia naturaleza, a los servicios secretos no hay que pedirles transparencia, sino eficacia en el desempeño de su tarea. La misma eficacia que debemos pedir a la Dirección General de Tráfico, al INEM o a la Agencia Tributaria".