Seamos justos. Si los políticos de oficio han elevado a cuestión de estado la elección de una canción llevándola al Congreso, no podemos afear que los opinateros de este o el otro signo aprovechen el viaje para ver quién llega más lejos miccionando palabras y argumentos. Bien mirado, es un curso paralelo. Les toca a ustedes hacer de jurado, así que pónganse a cubierto, que de esta acaban compareciendo en las Cortes.

Abrimos boca (es decir, la abre él) en la página dos de El Mundo, donde Arcadi Espada convierte a Chanel en Massiel antes de espolvorear su habitual caspa de machoman: "Pero, como en el 68, hemos acabado ganando. Un huracanado reguetonazo ha mandado a tomar viento al monjerío y España irá a Turín con una canción de tetas duras, altas, como le gustaban a Tierno, y un culo que se mueve (porque la tierra no es plana) y cuya portadora pide a su hombre lo que importa: slowly, slowly, es decir, que grabe ese soberano culo en SloMo, mientras se escucha, pero eso ya solo yo lo escucho, I’ve never liked it fast, que así las tranquilizaba Leonard Cohen dulce y firmemente".

Unas páginas más allá, Leyre Iglesias también celebra la victoria de la cubano-catalana. Y lo hace disparando con posta y quién sabe si atinando en la diana: "Ahora, tras patearse cientos de escenarios, la pintan de simple producto del marketing y de un tongo capitalista. Hasta le roban la condición de catalana (cantante «establecida en Cataluña», la define un digital indepe). Miradla: es latina, choni, inferior. ¡Si se llama Chanel! No vale para candidata del Gobierno más progresista de la historia. Y eso dice bastante del progresismo del Gobierno". Nunca pensé que escribiría esto, pero resulta difícil refutar la acusación.

En El Debate, Luis Ventoso se monta una empanada verbal a cuenta de la bronca para acabar contándonos por qué pasan estas cosas: "Tenemos una extrema izquierda, incrustada en el Gobierno por cortesía de Sánchez, que sabedora de que su incapacidad galopante para abordar los problemas reales de las personas se dedica al catecismo ideológico con lo primero que le caiga a mano. Es una manera de camuflar su inanidad, como los chuletones de Tito Garzón, las cumbres de pandi de chicas de Yolanda o las obsesiones sexuales de la ministra Montero y su corte de asesoras LGTB".

Como guinda por ahora, la de Pablo Planas en Libertad Digital. Otro que va con Chanel: "Las manadas pijoprogres se han abalanzado en el Twitter de los cojones contra la artista, que además ha tenido la osadía de proclamarse española a pesar de llevar casi toda la vida en Cataluña. Ah, otro fallo del sistema".

Genuflexiones cortesanas

Fuera del europifostio de diseño, les termino con dos entregados lametones monárquicos. El primero, al rey joven, ante quien se postra así Isabel San Sebastián en ABC: "El Rey de España no está solo. Representa a una nación cuya ciudadanía le respalda mayoritariamente, por más ruidosos que resulten quienes lo atacan directamente o a través de figura interpuesta. Hasta el CIS de Tezanos reconoce, probablemente a su pesar, que Felipe VI brilla con luz propia y acrecienta con su buen hacer el prestigio de la Corona". Fíjate tú.

Y en El Debate, carantoña para el extrañado en Abu Dabi a cargo de Antonio R. Naranjo: "Expulsar al Rey de la Transición equivale, sin más, a legitimar el discurso abolicionista del «Régimen del 78», como despectivamente llaman a ese tiempo inolvidable los promotores, ahora, de un «nuevo periodo constituyente» que modifique la Constitución, anule la Monarquía Parlamentaria como sistema vigente y, por supuesto, avale la independencia de Cataluña y el País Vasco al menos". Eso, "al menos".