Dicen quienes mejor la conocen que, a diferencia del emérito Borbón, ella jamás abdicará. Que la soberana con más primaveras bajo la batuta de un trono real europeo dejará de ser reina, como su padre Jorge VI, cuando le llegue el momento. Una realidad que parece estar cada vez más cerca, porque a pesar de su incontestable ímpetu y ganas de seguir asumiendo los asuntos de Estado, lo cierto es que los 95 años de Isabel II pesan, y mucho. Quizá por ello, y como para ir preparando al Reino de Unido para un fallecimiento más próximo al corto que al medio plazo, su círculo más cercano ha filtrado estas semanas a la prensa británica el plan que el país afrontará tras su muerte. Una operación, denominada London Bridge, que detalla todos los pasos que se llevarán a cabo desde el momento de su fallecimiento hasta la proclamación del príncipe Carlos como nuevo monarca.

Se trata, sin duda, de una "gravísima filtración" que ha revolucionado los enmoquetados y largos pasillos de Buckingham. De hecho, desde Palacio ya se pide una "investigación profunda" para hallar a tal chivato, soplón, confidente o conspirador que, a tenor de tan jugosas informaciones, seguro que no aparecerá. Y los documentos filtrados desvelan todo tipo de detalles. Por ejemplo, que una vez que la reina muera, "su secretario se lo comunicará al primer ministro, que será el encargado de anunciarlo a Inglaterra y al resto del mundo", especifica la revista Más y más. Al mismo tiempo, la Casa Real emitirá un comunicado oficial y, horas más tarde, "será el príncipe Carlos quien se dirija por televisión a la nación". Aunque, eso sí, no será proclamado rey hasta el día siguiente.

Entre otras puntualizaciones, los también bautizados como Papeles de traición a la Reina explican que el féretro real será trasladado primero a Buckingham y después a la Abadía de Westminster, lugar en el que podrá recibir la visita del pueblo durante tres jornadas. Además, el mismo templo gótico anglicano asumirá el funeral al cabo de diez días, aunque sus restos mortales descansarán finalmente en el interior de la famosa capilla conmemorativa del rey Jorge VI, su "querido padre", en el castillo de Windsor, símbolo centenario de la familia y segunda residencia real europea de ocupación más antigua tras el Real Alcázar de Sevilla.