La frase “Roma no paga a traidores” ha pasado la historia por ser las palabras que teóricamente recibieron del cónsul romano Quinto Servilio Cepión los tres hombres de confianza de Viriato, Audax, Ditalco y Minuro, cuando mataron al líder lusitano a cambio de una suculenta recompensa. Porque Roma necesitó de una traición para que Viriato, un auténtico amante y señor de la guerra según los historiadores, fuera vencido y eliminado del mapa.

Eso sí, hay historiadores que dicen que esa frase nunca la dijo Cepión, sino que se añadió años más tarde para hacer ver que Roma nunca permitiría que uno de sus grandes rivales muriera de una forma tan deshonorable y a cambio de unas monedas romanas.

Simular la huida y hacer emboscadas le sirvió para derrotar a los romanos durante ocho años.

Un Viriato sin el que no se entiende la historia de la Península Ibérica allá por el siglo II antes de Cristo, cuando estaba habitada por lusitanos, celtíberos, astures, ilergetes y los romanos, que acababan de pisarla, no por su interés en ella, sino para cortar la línea de abastecimiento de su principal rival por el dominio del Mediterráneo, Cartago. A los romanos sólo les motivaban unas zonas estratégicas de la Península Ibérica, pero con el paso del tiempo los pretores romanos destinados a Hispania vieron interesante dominar todo el territorio para aumentar su enriquecimiento.

Estatua de Viriato en la ciudad de Zamora.

Estatua de Viriato en la ciudad de Zamora. Eduardo Barrón González

Los romanos lograron en su avance aliados en las tribus íberas y celtíberas, pero su crueldad también generó resistencias, sobre todo entre los lusitanos, que más tarde estarían liderados por Viriato. Un hombre del que no se conoce ni su fecha ni su lugar de nacimiento, aunque se estima que provenía de una familia humilde de lo que un siglo después sería la provincia romana de Lusitania, que se extendía desde el río Duero hasta las desembocaduras del Guadiana y el Guadalquivir. Un joven pastor reconvertido en bandolero y después en guerrero y que puso en jaque a las legiones romanas tras sobrevivir a uno de los episodios más crueles de la conquista romana.

Superviviente al engaño

Porque Viriato fue uno de los pocos supervivientes de la masacre provocada por el gobernador romano de la Hispania Ulterior, Servio Galba, en el año 150 a.C.. Con el apoyo de su homólogo de la Hispania Citerior, Licinio Lúculo, lograron encerrar a los guerreros lusitanos entre dos fuegos y los obligaron a rendirse y entregar las armas, prometiéndoles que les proporcionarían unas tierras en las que vivir en paz. Pero no era más que un engaño y Galba ordenó a sus legionarios que acabaran con los lusitanos. 8.000 de ellos murieron y 20.000 fueron vendidos como esclavos.

Las campañas de Viriato contra los romanos. NACLE

Tres años después, Viriato fue designado general en jefe y desde entonces se convirtió en una pesadilla para sus enemigos por sus artes para la guerra. Con estrategias de despiste que se convertirían en su modus operandi, simulando que huían, sorprendió con emboscadas al gobernador Cayo Vetilio y cumplió lo que había prometido a los suyos: que pondría a salvo al ejército lusitano. Su éxito, la confianza obtenida al convertir las palabras en hechos, su ejemplaridad al ser el primero en la batalla y su justicia al repartir premios, castigos y riquezas aprehendidas, llevaron a que se le unieran miles de hombres no solo lusitanos y célticos, sino también llegados de otros lugares de la península con la intención común de luchar frente al mismo enemigo.

Ocho años gloriosos

Fue el comienzo de ocho años, en su mayoría exitosos para los lusitanos, que, tras certificar la derrota de Cayo Vetilio, enlazó tres años de victorias, venciendo a los gobernadores que Roma enviaba, Cayo Plaucio y Claudio Unimano. Pero el triunfo de Roma sobre Cartago en la Tercera Guerra Púnica les permitió centrarse en Hispania sin tener que preocuparse de que pudiera llegar un ataque desde el norte de África.

“Roma no paga a traidores”, dijo el cónsul Cepión a los hombres de Viriato tras su muerte por dinero.

Llegó entonces Quinto Fabio Máximo Emiliano con tropas de refuerzo y pudo recuperar parte del territorio que los lusitanos habían ganado, pero se volvió con muchísimas bajas entre sus hombres y sin poder capturar a Viriato, que en un movimiento inteligente involucró en la lucha a otras tribus de los territorios celtíberos (como los vetones, los arévacos, los tittos o los bellos), lo que igualó las fuerzas y permitió a los lusitanos recuperar gran parte del terreno perdido con varias victorias sobre un enemigo que en ese momento comandaban el cónsul Quinto Cecilio Metelo y el pretor Quinto Cocio.

Ese paso atrás en sus intereses obligó a Roma a enviar al cónsul Quinto Fabio Máximo Serviliano, que llegó con 20.000 hombres, una decena de elefantes y jinetes procedentes de Libia. Conquistaron varias ciudades del sur, pero en una maniobra nocturna, los lusitanos acabaron cercando a los romanos.

Negociaciones

Viriato decidió aprovechar la circunstancia para negociar y forzar un tratado de paz con Serviliano, que fue aprobado por el Senado romano y que declaró a Viriato amigo del pueblo romano, además de otorgar la independencia a las tierras que controlaba. Un acuerdo que resultó muy positivo para Viriato y los lusitanos pero que no gustó nada en Roma, que lo consideró una cesión inaceptable y que se tradujo en la sustitución de Serviliano por su hermano Quinto Servilio Cepión, a quien el Senado dio permiso para reanudar la guerra.

Viriato fue tomado como un símbolo nacionalista por las dictaduras portuguesa y española.

Su llegada a Hispania volvió a cambiar el juego de fuerzas y Viriato y sus hombres se vieron obligados a ceder terreno una vez más ante el avance romano por diferentes frentes, y el líder lusitano volvió a recurrir a las negociaciones. Lo intentó, sin éxito, con el procónsul Marco Popilio Lenas. Y ahí comenzó el principio de su fin.

El poema que Francisco de Quevedo dedicó a Viriato.

El poema que Francisco de Quevedo dedicó a Viriato.

La traición

Porque la gran traición estaba a punto de llegar. Quinto Servilio Cepión pasó a dirigir las negociaciones, que llevó con los tres hombres de confianza de Viriato: Audax, Ditalco y Minuro, a quienes prometió tierras, riqueza y privilegios si acababan con la vida de su líder. Una compra que le salió bien.

Según cuenta la leyenda, terminaron con él clavándole un puñal en el cuello mientras dormía. Lo tuvieron que hacer en esa parte del cuerpo porque él, por lo que pudiera pasar, se acostaba con la armadura puesta.

Viriato fue despedido con honores, incinerado en un funeral en el que recibió sacrificios animales (posiblemente también humanos) y tras el que se celebraron más de doscientos combates en su honor. 

Viriato, en el videojuego ‘Imperivm III’.

Ahí acabó no sólo la vida de Viriato, sino la resistencia lusitana. Su sucesor, Táutalo, intentó tomar Saguntum e invadir el valle del Betis, pero se vio obligado a firmar la paz con Cepión. 

Fue el cónsul Marco Popilio Lenas el que finalmente entregó a los lusitanos las tierras que habían sido la causa de la guerra, aunque eso no supuso la pacificación total, ya que en la parte final del siglo II antes de Cristo surgieron distintos focos de rebelión lusitana y hubo que esperar a tiempos de Augusto para lograrla.

Tras el final de la lucha, un siglo después ese territorio en el que tantos combates hubo se convirtió en una provincia romana más. Lusitania incluiría a casi toda la actual Portugal (al sur del Duero) y a Extremadura y a Salamanca casi al completo, con Emérita Augusta (la actual Mérida) como capital. 

VIRIATO EN LA ACTUALIDAD

La figura de Viriato fue elogiada y tomada como un símbolo nacionalista para las dos dictaduras que hubo en el siglo XX en la Península Ibérica. En Portugal ha sido considerado un héroe nacional, considerando a los lusitanos los antecesores de los portugueses y fue utilizado como símbolo en la dictadura de Salazar. En España sucedió algo similar durante el franquismo, en el que se intentó convertir a Viriato en un patriota y también en un héroe nacional.


Y todo ello ha provocado que en España y Portugal Viriato esté presente hoy en día en el arte y en el folclore. Por ejemplo, Fernando Pessoa le dedicó un poema y su nombre aparece en obras de Miguel de Cervantes, Lope de Vega o Francisco de Quevedo, que escribió unos versos titulados ‘Túmulo a Viriato’. También ha inspirado pinturas como las de José Madrazo (’La muerte de Viriato’, 1807) o el ‘Viriato’ de Ramón Padró y Pedret (1882).


Del mismo modo, es posible encontrar a Viriato en diversas ciudades. En España, su figura se ha asociado a diferentes localidades de Cáceres y sobre todo de Zamora. De hecho, la capital de esta provincia castellanoleonesa lo tiene en los blasones heráldicos del escudo y la bandera. En el escudo se menciona “el brazo de Viriato sosteniendo la Seña Bermeja” y la bandera la “Seña Bermeja” está compuesta por ocho tiras rojas que representarían ocho victorias de Viriato sobre pretores y cónsules romanos. Además, cuenta con una estatua del escultor Eduardo Barrón en la plaza de Viriato. En Portugal cuenta también con una estatua en la localidad de Viseo (obra de Mariano Benlliure) y otra en Lisboa, de Víctor Bastos.


En los últimos años, Viriato ha entrado incluso en el mundo audiovisual, siendo protagonista de la serie de televisión: ‘Hispania, la leyenda’, que narra la historia de Viriato y su lucha contra los romanos. Incluso es posible jugar con su personaje en el videojuego ‘Imperivm III: Las grandes batallas de Roma’.