Cuando apenas era una adolescente, la francesa Sylvie Guillem (París, 1965), dejó al público con la boca abierta gracias a los ballets de ‘Romeo y Julieta’, ‘Don Quijote’ o ‘Arepo’. Su carrera empezó en el Ballet de la Ópera de París, sorprendió a todo el mundo con su salto al Royal Ballet de Londres y viró su trayectoria a la danza contemporánea. Ha hecho de todo. En 2012 le concedieron el León de Oro de la Bienal de Venecia a su carrera.

La argentina Marianela Núñez es una de las estrellas del Royal Ballet de Londres y figura de primer orden de la danza en la actualidad. Dotada de un estilo elegante, fino y cálido, ha ganado prestigiosos premios internacionales a lo largo de su carrera, entre otros galardones los de Richard Sherrington o el Premio Konex de Platino como mejor bailarina argentina de la década.

La vida del legendario bailarín ruso Rudolf Nuréyev fue la del ascenso meteórico y caída a los infiernos de un mito que se codeó con los más grandes de la época, como Mick Jagger, Liza Minelli, Jackie Kennedy, Freddy Mercury y Andy Warhol. Su descomunal talento chocó con una actitud arrogante y rebelde, a menudo volcánica, con el que se granjeó multitud de enemigos. Su divorcio con la URSS se fraguó a principios de los 60: nunca más volvió a pisar suelo ruso. Envuelto en una enorme polémica, decidió quedarse en París ya que el joven bailarín del Ballet Kirov de Leningrado había optado por hacer otro tipo de vida. “Quiero ser libre”, dijo.

Las autoridades soviéticas le declararon la guerra a su mejor bailarín, lo juzgaron en rebeldía y establecieron una condena de siete años de cárcel. Fue en balde. Nuréyev ya había establecido su propia revolución con la que conquistaría Occidente. Hizo cine, triunfó en Broadway con la obra ‘El rey y yo’ y su vida se parecía a la de cualquier otra estrella del rock de la década de los 60 o 70, lo que le llevó a cometer todo tipo de excesos. En los 80, ya en decadencia física, se contagió de Sida, aunque como muchos otros homosexuales de la época, le quitó hierro al virus. La enfermedad le arrebató la vida en 1993. Un año antes, el Gobierno francés le había concedido la distinción cultural más importante y fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y Letras.

Mihail Baryshnikov, otro gigante del ballet de origen soviético, en muchos rankings comparte con Nuréyev el trono del mejor bailarín del siglo XX. Sin tanto ruido, se vio forzado a exiliarse de la URRSS: en una gira en Canadá pidió asilo político y se puso al mando de la compañía de Ballet Nacional del país norteamericano. Más tarde, ya en Nueva York, se convirtió en el bailarín principal del American Ballet Theatre. “El bailarín más perfecto que jamás haya visto”, según el crítico Clive Barnes, impulsó la danza moderna a través del proyecto White Oak Dance Project y hasta lanzó su propia línea de colonia.

Baryshnikov no solo ha brillado en el mundo del ballet. Ha sido nominado hasta tres veces al Óscar como mejor actor secundario por las películas ‘Turning Point’ (’Paso decisivo’, 1977), ‘White nights’ (1985) y ‘Company Business’ (1991) y, en una magnífica carrera como intérprete, le concedieron el Premio Tony de teatro por su participación en la obra ‘Metamorfosis’. Antes de la pandemia, este artista total se puso en la piel de otro bailarín estratosférico, Vaslav Nijinsky, en el espectáculo ‘A Letter to a man’. A juzgar por las entusiastas críticas a su paso por Barcelona, no ha perdido su ‘mojo’ y le queda cuerda para rato.

El bailarín y coreógrafo cubano Carlos Acosta tuvo todo en contra para triunfar. Era pobre y pasó una infancia y adolescencia conflictivas marcada por el racismo. Hasta que a los 16 años ganó la medalla de oro en el Grand Prix de Lausanne en un mundo dominado por blancos europeos. Icíar Bollaín filmó su vida en ‘Yuri’ (2018), la historia del primer bailarín negro en interpretar algunos de los papeles más famosos del ballet, originariamente escritos para blancos, en compañías como el Houston Ballet o Royal Ballet de Londres (donde ha sido primer bailarín durante más de 15 años).

Sobre Pina Bausch, la gran dama alemana de danza contemporánea está todo dicho. Renovó la disciplina de arriba abajo, inventó la vanguardia y diseñó también coreografías con todo tipo de músicas, desde clásicas hasta ritmos africanos. Su paisano Wim Wenders la retrató en ‘Pina’, un tributo que le valió la nominación al Oscar a mejor Documental al poco de fallecer la artista en 2009.

“Dos artistas que

me han marcado son Rudolf Nuréyev y Mihail Baryshnikov”

“De pequeña veía los vídeos de Sylvie Guillem todos los días a ver si se me ponía la pierna así”