ntes de que la pandemia cayera como un meteorito sobre todos nosotros, Alicante, junto con la vecina Murcia, había puesto de moda el ‘tardeo’, una tendencia de ocio que alarga el día en detrimento de la noche. El ritual de beber a la luz del sol mediterráneo y llegar a casa piripi a una hora prudente surgió de manera espontánea alrededor del Mercado Central, en el meollo de la ciudad, cuando el habitual consumo de tapas y cervezas frescas del mediodía empezó a estirarse con alegría en una sobremesa infinita. Jóvenes y mayores se fueron sumando a un plan al que pronto se le añadieron nuevos adeptos en la calle Castaños, la Rambla, la plaza de San Cristóbal, las terrazas del casco antiguo, más conocido como el Barrio... y así hasta la creación de todo un fenómeno en la capital alicantina, similar al pintxo-pote vasco, totalmente arraigado e institucionalizado.

La propia página web de turismo de la capital alicantina promueve el ‘tardeo’, que lo define como “una nueva forma de ocio que une buena gastronomía, conversación, amistad y el ocio nocturno a horas vespertinas”. Este es uno de los últimos ganchos de Alicante, una ciudad de más de 300.000 habitantes que siempre ha presumido de interminables horas de sol, la claridad de su luz, las playas -“las mejores del litoral mediterráneo”- y las famosas horchatas que se pueden degustar dando un paseo.

Pero primero empecemos por las alturas, en el castillo de Santa Bárbara. Ubicado en el monte Benacantil (166 metros), estamos ante una de las grandes fortalezas medievales de la Península. Data de tres épocas distintas. En el recinto más alto, ‘la torreta’, se encuentran los restos más antiguos, del siglo XIV; en una altura intermedia aún se conservan importantes vestigios del siglo XV (el salón Felipe II, el cuerpo de guardia, el patio de armas y el baluarte de la reina); la parte más baja pertenece ya al siglo XVIII y ahí veremos el denominado Revellín del Bon Repós, donde habitualmente se celebran diferentes exposiciones. La joya de la corona del castillo, no obstante, se encuentra justo a los pies del visitante: nuestros ojos se posarán sobre la inmensidad azul que es la bahía de Alicante. El acceso al recinto es gratuito y hay una terraza en la que se puede tomar algo mientras se contemplan las impresionantes vistas. Alicante es un destino playero de primer orden y es lógico que así sea: el tiempo acompaña, las aguas son templadas y cristalinas y, todo hay que decirlo, se han hecho los deberes.

La mayoría de los arenales que se extienden como una alfombra a lo largo de 15 kilómetros cuentan con el distintivo de la bandera azul, el símbolo de excelencia playera en cuestión de accesibilidad, higiene, educación ambiental, limpieza y seguridad. La Comunidad Valenciana lideró el ranking de esta refrescante lista en 2019, donde acumula un total de 137, claramente por delante de Andalucía (115) y Galicia (111). Además, desde el año pasado todas las playas de Alicante (San Juan, calas del Cabo de la Huerta, Almadraba, Albufereta, Postiguet, Saladares-Urbanova, isla de Tabarca y Aguamarga, ésta adaptada para perros) forman parte de la red de Playas sin Humo de la Comunidad Valenciana. Estos enclaves libres de tabaco son solicitados en primera instancia por el ayuntamiento, se pasa a identificar la zona (puede ser total o parcial) y, como último paso, se designan a varias personas para que velen por el cumplimiento de la norma.

Visitar el barrio de Santa Cruz con horchata en la mano es otro plan infalible. El ambiente que se respira es auténtico: calles estrechas, casitas blancas, coloridas flores asomando por la ventana y una mezcla muy natural de vecinos de toda la vida con artistas y bohemios. Tampoco puede faltar el típico paseo entre la larga hilera de palmeras de la explanada de España, a la misma altura que el puerto de Alicante, la vía peatonal más popular de Alicante. Llegó la hora de mirar el suelo: un mosaico ondulante de color rojo Alicante (granate apagado con ribetes blancos), crema marfil y negro azulado reproduce las olas del mar. Durante los 600 metros de recorrido hay seis millones y medio de teselas de unos cuatro centímetros de largo por cuatro de ancho. La casa Carbonell, edificio de arquitectura modernista con varias cúpulas que destacan en el horizonte, también se encuentra en este paseo.

La ciudad de Alicante no será un referente artístico, pero no olvidemos que aquí nació uno de los primeros museos de arte contemporáneo del Estado, hoy conocido (y completamente renovado) como Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA). La colección de arte del siglo XX, donada por Eusebio Sempere, está compuesta por 177 piezas entre esculturas, pinturas, dibujos y obra gráfica, fechadas entre los años veinte hasta los primeros ochenta. La lista de creadores es sencillamente impresionante: Picasso, Braque, Julio González, Juan Gris, Gargallo, Delaunay, Arp, Cocteau, Chagall, Giacometti, Miró, Dalí, Max Ernst, Calder, Bacon, Matta, Fautrier, Clavé, Tàpies, Chillida... Ubicado frente a la basílica de Santa María, en el centro histórico de la ciudad, el edificio, un ejemplo notable del barroco valenciano, es el más antiguo de la ciudad (1685).

Por último, los musiqueros están de enhorabuena: la tienda de discos Naranja y Negro (calle Poeta Quintana, 36), del tristemente fallecido agitador rock n` roll Paco ‘Rufus’, es un regalazo que apreciarán los melómanos. Por supuesto, solo se venden vinilos (nuevos y de segunda mano).

“Echo de menos Alicante. Me gusta más el clima de

allí porque no

llueve tanto”

“No me ha costado tanto como pensábamos adaptarme a vivir

en Amurrio”

“udbguyfuyg uyg uqefgy uqegy quegy uqegy uqegy uqegy uqegy uqegy uqegy ueqgyug”