A Pilar Belzunce nunca le importó haber supeditado su vida a la de su marido el artista, Eduardo Chillda. Nunca quiso formar parte de quienes repiten como un mantra la manida machista y descontrolada frase de que “detrás de todo hombre hay una gran mujer”. Se acabó pensar que una mujer no tuviera pensamiento, opinión y fuera inteligente. Hacía gala de esos tres potenciales, aunque es cierto que habló más de la vida de su esposo que de la suya. llegando a decir que el escultor, hijo de coronel militar, y ella eran “una misma persona”.
Pilar Belzunce de Carlos, más conocida como Pili nació el 9 de octubre de 1925 en Ilolío, una ciudad de Filipinas que actualmente tiene más de 300.000 habitantes. Murió el 4 de julio de 2015, es decir, en verano se cumplirán ocho años de su fallecimiento.
Belzunce llegó a decir que el escultor, hijo de coronel militar, y ella eran “una misma persona”
Nació en una familia numerosa originaria de Lizarra (Nafarroa). “Volvimos a España cuando acabó la Guerra Civil. De hecho, recuerdo que el capitán del barco nos hizo brindar por ello”, señaló. La familia se asentó en Donostia. Tuvo nueve hermanos y los Belzunce de Carlos tuvieron que buscar una “casa gigante”. Dinero no les faltaba. Sus cuatro hermanos mayores se habían quedado en Nafarroa, los más pequeños crecieron en sus propiedades en Filipinas y los dos restantes habían muerto.
Y llegó Chillida
Su primer novio fue Eduardo Chillida. Un día, su madre llamó a las cuatro chicas que estaban en la vivienda que daba a la plaza Zaragoza. Le apremió a que miraran a la calle, había tres jóvenes haciendo números de circo. En ese momento, Pili vio por primera vez a Chillida. “Aquella fue mi primera visión de aquel que sería mi marido”. Tenía catorce años; él dieciséis. Cuatro años después se comprometieron. Se casó con 25 años. Acordaron que él se dedicaría por completo su faceta artística y ella de todos los asuntos prácticos y el mecenazgo. “Nunca he creído en la frase de que detrás de todo hombre hay una gran mujer. No. Yo creo en que la vida es como es y en el lugar que estás colocada es lo que te hace que seas lo que luego vas a ser”, valoraba quien con sus contactos -por su alto estatus socioeconómico- potenció la obra de su marido. “Eduardo creía en sí mismo. Y yo también. De hecho, era tal su pasión que fue escultor sin haber hecho aún ninguna escultura”, valorizaba. Así, la navarra se puso en contacto con Aimé Maeght, editor y director de las galerías de arte parisinas más importantes de la época. Ese fue el primer capote que le permitió al guipuzcoano arrancar motores artísticos en la ciudad de la torre Eiffel. Fue Pilar, una mujer muy creyente, que guardaba todos los trabajos y dibujos de Chillida -deportista donde los hubiera- también los que iban directos a la papelera.
“Recuerdo que años antes, cuando nos conocimos, al principio, no salí con él porque Eduardo consideraba que yo era muy joven. Además, yo era muy amiga de su hermano Gonzalo, también pintor. Salíamos en pandilla, a bailar, las locuras que se hacen a esa edad. Para ir a bailar al hotel Niza, de San Sebastián, que era de su abuela y que, aunque estaba cerrado, conseguía la llave. Eduardo se subía por la fachada hasta el tejado y de allí con las manos destrozadas llegaba a abrirnos con las ganas de ir a bailar allí”. Ella señalaba que tenía la capacidad de amoldarse a cualquier situación. “En Francia vivimos en una casa sin retrete, íbamos a la huerta. Donde yo cayera, tenía claro que iba a ser feliz y lo creo siempre”, convencida de que “las cosas te pasan por ti, por lo que tú mueves. Siempre he tenido alegría de vivir. Yo soy capaz de hacerme feliz”, recalcaba a pesar de que su madre le hacía reflexionar. “Me decía que Eduardo llegaría a ser una gran cosa o un gran desastre”.
Pero Pilar no dudó: Chillida acabaría siendo lo primero. “Su padre, militar, me pidió que le convenciera de que no dejara la Arquitectura. No estaba de acuerdo. Estaba horrorizada, yo no podía ser quien hiciera daño a Eduardo. No podía hacer prevalecer mi idea a la de él. Si en deportes todo lo hacía bien, por qué no en el arte”.
Ocho años sin la ‘coautora’ de Chillida Leku, un museo concebido como obra de arte
Hoy queda el vestigio de este matrimonio tan bien avenido en Chillida Leku, museo ubicado en Hernani.
“Yo aprendí a ser yo al lado de Eduardo y Eduardo a ser él al lado mío”. La cita en referencia al histórico creativo Chillida es de Pilar Belzunce que murió en julio de 2015 tras padecer una larga enfermedad. La mecenas navarra establecida en Donostia tras una infancia vivida en Filipinas donde su padre tenía plantaciones de azúcar y, además, regentaba minas tenía 89 años. Habían pasado casi trece calendarios de la muerte de su marido. De hecho, él había manifestado sobre ella: “Soy una persona con suerte”. Quienes mejor le conocían, aseguraban que Pili nunca se recuperó totalmente de la muerte de su marido. Vivieron ocho años de noviazgo y 52 de matrimonio. Tuvieron ocho hijos.
Se puso en contacto con Aimé Maeght, editor y director de las galerías de arte parisinas más importantes de la época
La popular Guía Repsol publicó tiempo atrás que el crítico de arte Francisco Calvo Serraller escribió lo siguiente sobre Belzunce: “La comprensión, la atención y la dedicación de Pilar con Eduardo fue una constante firme, hasta tal punto que no es exagerado considerarla no solo cómplice, sino, hasta si se me permite, coautora de la obra de Chillida”. Hoy el legado de este matrimonio es Chillida Leku. Un gran espacio de jardines y bosques y un caserío (Zabalaga- Hernani) remodelado, donde el escultor distribuyó una gran muestra de su obra. Inaugurado el 16 de septiembre de 2000, tras diez años de actividad, el 31 de diciembre de 2010 cerró sus puertas debido a la crisis económica. No obstante, en 2017 se dio a conocer que Chillida Leku reabriría en 2018, siendo la galería suiza Hauser & Wirth la representante exclusiva de la obra del autor. Sin embargo, la reapertura se pospuso para el 17 de abril de 2019. El 23 de agosto de 2019, el museo fue seleccionado por la revista Time en su lista World’s Greatest Places 2019 como uno de los mejores lugares del mundo para visitar, tratándose de la única representación vasca y del Estado español. Visitable en la actualidad, Chillida Leku se da a conocer al mundo como un museo único, confeccionado en sí mismo como una gran obra de arte. En él la fusión entre arte y naturaleza se produce de una manera natural. Las esculturas se integran en el paisaje como si siempre hubieran formado parte de él. En el jardín, las hayas, los robles y los magnolios conviven con las monumentales esculturas de acero y granito ubicadas en perfecto diálogo con el entorno.
Apasionada de Juan Carlos I y de Schröder
Hija de hacendado en Filipinas y suegro coronel, Pilar Belzunce era una apasionada del Rey emérito Juan Carlos I.
Así lo hizo saber en una entrevista publicada en Euskonews, cuando fue preguntada por personalidades que le habían impresionado a lo largo de su vida. “Sin pensarlo dos veces”, apostillaba el cronista, la natural de Estella/Lizarra, dio dos nombres: Juan Carlos de Borbón y Gerard Schröder.
A juicio de la navarra fallecida en 2015, el emérito siempre había sido “muy cariñoso con nosotros”. Y apostillaba además que todos los años les invitaba a su cumpleaños.
“Mira (alcanzando un sobre de una esquina de la mesa), el otro día recibimos una felicitación suya”, mostraba al entrevistador.
Viajes a Alemania
Y, por otro lado, el canciller alemán Gerard Schröder, que “me adora”. Belzunce viajó a Alemania en numerosas ocasiones. “Además de que la obra de Eduardo es muy apreciada allí, el gobierno alemán le encargó el monumento del Bundestag, en Berlín. Recuerdo que Eduardo una vez le preguntó a Schröder por qué le habían elegido a él. Y el canciller respondió: “Porque soy un gran admirador de su obra”.