En plena Golden Era del automovilismo y con la Europa de 1938 al borde de la guerra, Carla Montero narra la lucha personal de La dama de la niebla, creando así una novela que refleja la tensión de un tiempo convulso y rescata la memoria de las pioneras olvidadas a manos del volante.
El título de la novela, La dama de la niebla, habla más allá del apodo de su protagonista (Mila Kovac). ¿Es esta niebla un telón atmosférico de la isla de Man o más bien una metáfora de los recuerdos y secretos que la envuelven?
La verdad es que son las dos cosas. Por un lado hace referencia a ese clima británico de la isla de Man que; sin ser estrictamente británico, porque es una isla con un gobierno independiente, sí que está contagiada de ese clima lluvioso, gris, nebuloso... Por otro lado, también tenemos esa vertiente de niebla, misterios, secretos que rodean a la protagonista...
Teniendo en cuenta que la trama se desarrolla en la Golden Era del automovilismo, ¿podemos entender la velocidad como una forma de huida o de anestesia frente al dolor para Mila?
Exactamente. Realmente, para Mila correr es el menor de sus problemas. Al revés, ella siente que el coche es su espacio seguro, es donde tiene el control, donde destaca. Sin embargo, en cuanto sale del coche tiene que enfrentarse a la vida, es cuando aparecen las inseguridades, los miedos, las dudas... Es verdaderamente ahí donde tiene que correr su auténtica carrera, la más difícil.
La piloto carga con un duelo y se ve obligada a enfrentarse a un deseo inesperado. ¿Hay mucha tensión entre la fidelidad a la memoria del pasado y la apertura hacia un nuevo amor?
Sí, de hecho, el personaje está en continua tensión entre el pasado que arrastra y las condiciones en las que llega a la isla de Man. Su marido acaba de morir en un accidente en una carrera, que además parece que no está tan claro que sea accidental. Para ella, se abren nuevas perspectivas en esta isla, una oportunidad casi de empezar de nuevo, pero antes tiene que deshacerse de ese pasado.
La acción transcurre a finales de los años 30, en plena tensión política europea. ¿Dialoga su conflicto íntimo con esa tensión histórica que se va gestando en el trasfondo?
Dialoga y digamos que se suma a todas las tensiones personales y profesionales. Se suma además la tensión del contexto, del momento en el que se está viviendo. Estamos en 1938, a finales, se acaba de firmar el Pacto de Múnich -que no es más que un parche para retrasar la guerra que efectivamente estallaría un año después-. La gente lo sabía. La gente vivía en un clima prebélico. Si tú fueras al Londres de ese septiembre del 38 verías que estaban cubriendo los monumentos con sacos de tierra, que estaban distribuyendo máscaras de gas a la población... Hay que tener en cuenta que los personajes son un grupo de pilotos; gente joven de diferentes nacionalidades que ahora se están enfrentando en la pista, pero luego se van a enfrentar en el campo de batalla. A mí eso me permite explorar ese clima de tensión que existe en ese momento en Europa.
Esa Europa pasada parece resonar con nuestro presente, ya que la sociedad de hoy en día es heredera de aquel momento histórico. ¿Ve paralelismos?
Pues veo tantos que a veces da miedo. Hay veces que leo cosas de la prensa de aquella época, crónicas, cartas..., y digo: “Es que esto se podría haber escrito ahora”. Y es lo que asusta, parece que no aprendemos de la Historia. De todas maneras, soy de naturaleza optimista. Quiero pensar que todavía hoy estamos a tiempo de corregir determinadas cosas. Pero, insisto, hay tantos paralelismos que a mí se me pone la piel de gallina.
Volviendo a su protagonista, sabemos que se inspiró en figuras reales como Hellé Nice o Lucy O’Reilly Schell para crearla. ¿Se ha topado con dificultades para documentarse sobre aquellas mujeres pilotos de los años 30? ¿A qué cree que se debe esto?
No ha sido fácil, porque, una vez más, son personajes que la historia ha dejado de lado. Han caído en el olvido y es difícil encontrar documentos que se refieran a ellas. Afortunadamente, en el caso de una; que fue Hellé Nice -una piloto francesa-, probablemente la más famosa de su época, tenía una biografía que escribió una autora británica y que para mí ha sido un gran manual para construir el personaje. No solo de Mila Kovac, sino de otras mujeres que también aparecen junto a ella. Esto demuestra, una vez más, lo necesario que es hacer este homenaje a estas mujeres, a las cuales el relato masculino -que al final es el de la Historia- ha dejado de lado. Es sorprendente como hasta ahora, que estamos en el año 2025 -han pasado casi 100 años de entonces-, nadie o muy poca gente haya puesto el foco en unas mujeres que realmente rompieron moldes, que fueron capaces de entrar en un mundo que no solamente era eminentemente masculino, sino que además las despreciaba. Porque entendían que ellas no estaban hechas para ese tipo de deporte, eran débiles, no tenían el arrojo, la valentía que hacía falta... Sin embargo, fueron capaces de demostrar que podían estar a la misma altura que los hombres.
Por último, pese a que puede parecer algo lejano o del pasado, las carreras de coches también se hacían en Euskadi...
Sí, aquí en Euskadi existe una tradición automovilística muy importante. Estuvo el Circuito de Lasarte, donde en los años 20 y 30 estaba en pleno apogeo. Aquí se corrió el Gran Premio de España en dos ocasiones, creo recordar. Aquí estuvieron las grandes figuras del automovilismo mundial y en Donostia está el monte Igeldo, que fue circuito de carreras, un circuito de subida de montaña. Hay una tradición automovilística increíble aquí en Euskadi.
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