Estuvieron en activo desde el año 1979 hasta 1984, con unas cifras apabullantes tanto en millones de pesetas, como en discos publicados, películas grabadas, giras mundiales, conciertos ofrecidos y jornadas maratonianas que hoy serían ilegales e impensables para cinco chavales entre 9 y 12 años. Como muestra un botón: uno de ellos llegó a afirmar que estuvo tres años sin ir al colegio ni recibir formación. Eran otros tiempos y el ritmo de su vida lo marcaba únicamente una discográfica dispuesta a conseguir el máximo rendimiento económico de un fenómeno mundial sin precedentes.
Parchís, aquel mítico grupo de música infantil, estaba compuesto por cinco niños: Tino Fernández Fernández como ficha roja (1967, 12 años), Yolanda Ventura Román como ficha amarilla (1968, 11 años), Gemma Prat Termens como ficha verde (1968, 11 años), David Muñoz Forcada como el dado (1970, 9 años) y Óscar Ferrer Cañadas como ficha azul (1971, 8 años y más tarde sustituido por Frank Díaz). Hoy andan todos por los 50 y poco tienen que ver con aquellos niños. Llevan una vida de adultos que normalmente les deja vivir más en el anonimato que en aquellos tiempos y que solo les coloca en primera página en contadas ocasiones, como el documental que estrenó Netflix en 2019 o el programa especial que les dedicó el espacio Lazos de Sangre de TVE en 2021, momento en que volvieron a reunirse.
Ahora Tino Fernández es el encargado de poner de nuevo el grupo en boca de todos con su libro Conversaciones con la ficha roja que ha visto la luz este final de mes y que cuenta la experiencia de aquellos años desde el punto de vista de la ficha roja. “Fueron años que no cambiaría por nada, fuimos unos privilegiados, aunque el dinero nunca nos llegó, alguien lo ganó en nuestro lugar”, ha asegurado en la promoción del libro.
Integrantes. Tino Fernández era la ficha roja, Yolanda Ventura fue la amarilla, Frank Díaz fue la azul, Gemma Prat era la ficha verde y David Muñoz era el dado. EFE
Tino Fernández, la ficha roja
En 1983 y por voluntad propia decidió marcharse del grupo. A partir de ahí Parchís estuvo en activo dos años más, pero nada volvió a ser como antes. Fue la ficha roja desde 1979 hasta 1983 y asumió el papel del líder en la banda. El resumen podría ser que era el mayor de todos, le gustaba mandar, ganaba más dinero que el resto y acumulaba el éxito entre las mujeres y los fans. Quizá por todo esto decidió probar suerte en solitario, pero aquella aventura no salió como esperaba. Es cierto que grabó tres discos, pero no tuvieron el resultado que se imaginó y la obligatoriedad de hacer el servicio militar terminó por truncar su carrera. Visto lo visto decidió dejar atrás el aspecto musical. Probó varios trabajos (vamos, como cualquier hijo de vecino) y finalmente encontró su sitio en una empresa de distribución comercial donde conoció a su mujer y llegó a ser accionista hasta que un accidente de tráfico grave le dejó sin su brazo izquierdo. Actualmente está feliz y vive alejado de los focos.
Yolanda Ventura, la ficha amarilla
Al igual que el resto del grupo, Yolanda había hecho sus pinitos como actriz en las películas de Parchís, así que cuando en 1985 se acabó la aventura de la formación multicolor, la ficha amarilla decidió arrancar su carrera profesional como intérprete. Ventura quiso hacerlo bien, formarse y dedicar su vida por completo a la interpretación. De esta manera consiguió participar en diversas series de televisión, telenovelas y algunas obras de teatro. Por ejemplo, ella fue la encargada de doblar en español a la madre de Miguel, el protagonista de la película animada Coco, de Disney.
A pesar de una carrera discreta, ha conocido picos de popularidad, como cuando protagonizó un posado para la revista Playboy en la edición mexicana. Una portada de la que está muy orgullosa porque según ella, “mi cuerpecito me ha ayudado a pagar la hipoteca de la casa que tengo”.
Frank Díaz, la ficha azul
Frank Díaz entró una vez formada la banda para sustituir a Óscar Ferrer, que fue la primera ficha azul, y el miembro más joven de la agrupación cuando se formó. Óscar fue el primero en salirse. Más tarde estudió Periodismo y Políticas, y hoy es director gerente del diario La Vanguardia.
Actualmente, Frank Díaz vive vinculado a la fotografía, un ámbito en el que, como él ha confesado en diferentes ocasiones, se siente feliz y realizado. De esta manera, el que fuera la ficha azul de Parchís sigue vinculado al mundo del espectáculo. En la fotografía ha encontrado su propio lugar, pero reconoce que le costó y que probó suerte en otros aspectos profesionales de la vida. Durante un tiempo fue modelo publicitario e incluso volvió a la música a través del grupo Cien Cielos, que finalmente se disolvió.
Gemma Prat, la ficha verde
En las pocas reuniones que ha habido de la banda una vez disuelta, Gemma ha demostrado ser una de las integrantes que más sufrió los efectos de la fama, o que peor la gestionó tanto cuando estuvo en la cresta de la ola como cuando tuvo que volver a la realidad. Durante mucho tiempo no quiso saber absolutamente nada de los medios, pero una breve vuelta del grupo antes de la pandemia le hizo subirse de nuevo a los escenarios en un par de ocasiones. Su vida nada tiene que ver con el espectáculo; de hecho, Gemma es sanitaria y trabaja en un hospital. Antes estudió puericultura y actualmente asegura que no cambiaría por nada del mundo su trabajo junto a sus compañeros.
David Muñoz, el dado
En la actualidad su nombre es significado de un famoso cocinero o de uno de los integrantes de los Estopa. Pero en los 80 era significado del dado blanco de Parchís. El grupo iba a estar formado por las cuatro fichas del famoso juego de mesa hasta que vieron bailar a David Muñoz, y decidieron crear la figura del dado y siempre despuntó como uno de los integrantes del grupo con más talento. Cuando se rompió la banda decidió alejarse del mundo de la música, y estudió Económicas en Escocia. Pasado el tiempo se instaló en Nueva York, donde vive con su mujer y sus dos hijos, y donde fundó una empresa musical y publicitaria que trabaja para artistas como Mecano y Miguel Bosé. Hace un par de años apreció en España en el programa El musical de tu vida, en el capítulo que el espacio dedicó a Paulina Rubio, y donde hablaron ambos de la bonita relación que tuvieron con 11 años, cuando él era parte de Parchís y ella del grupo infantil Timbiriche. Según señalaron ellos mismos, lo suyo fue un amor platónico con el que demostraron que la rivalidad que se vendió entre los dos grupos era cosa de los mánagers, no de ellos.
Recuerdos. La mayoría de los integrantes de Parchís vive en la actualidad alejada de los focos, aunque todos ellos guardan recuerdos de su paso por el grupo. Netflix
Regreso. Parchís volvió a mover sus fichas. El mítico grupo infantil presentó en el Teatro Campos su espectáculo ‘En el mundo mágico’ en 2022. Gonzalo Gómez
Ni un duro
En los seis años de vida de Parchís editaron más de una veintena de discos, rodaron 7 películas, vendieron millones de álbumes y ofrecieron conciertos por todo el mundo. Unas cifras a todas luces espectaculares y que hablan del ritmo de trabajo que se les impuso a aquellas cinco criaturas. Pues bien, económicamente hablando, ellos y sus familias no recibieron ni la mitad de lo que deberían. “Nosotros llenábamos estadios, batíamos récords de asistencia. Fue, como dicen, The Rolling Stones españoles de los años 80. Fuimos la gallina de los huevos de oro, solo que nosotros éramos la materia prima que es lo que se paga peor en el mercado”, cuenta Frank Díaz. ¿Quién se quedaba entonces con el dinero? La respuesta en sencilla: la discográfica Belter. La empresa (que pasados los años entraría en bancarrota) incurrió en una serie de engaños que se fueron descubriendo poco a poco.
Haciendo una lectura simplista de todo el universo Parchís, el problema radicó en que fue la propia discográfica la que creó el grupo, con lo cual era la dueña de todo: el nombre, las caras, el grupo, la imagen…, todo. Por lo tanto era la Belter la que se dedicó a sacar el máximo partido imaginable de su gran creación. El resultado fue años de explotación sin mucha ética de unos niños que solo querían cantar y bailar, que vivían encadilados con la fama y cuyas familias no conocían nada de un negocio que les aportaba unos beneficios que mejoraban su vida pero que ni de lejos era todo el dinero que les pertenecía.