A Rosario Raro le gusta bucear en el pasado a través de las novelas que escribe, y la estación de Canfranc (Huesca), que tuvo su época de esplendor en la Segunda Guerra Mundial y se convirtió en el escenario de Volver a Canfranc, novela publicada en 2015, vuelve a la actualidad en su nuevo libro: El cielo sobre Canfranc.
En 2015 publicó Volver a Canfranc y ahora Volver a CanfrancEl cielo sobre Canfranc
Una no es la segunda parte de la otra, es solo que tienen en común el lugar. Son dos historias distintas y las dos son autoconclusivas. Eso sí, están ambientadas en la misma época, durante la Segunda Guerra Mundial, que fue clave todo lo que sucedió en Canfranc. Hay que narrar lo que fue el salvamento de grupos de judíos, cómo se orquestaron determinadas maniobras y la importancia que tuvo este lugar para la Resistencia. Después de la primera novela, me quedaban muchas cosas por contar.
Una estación que fue el epicentro de muchos acontecimientos y que luego quedó totalmente olvidada.
Cuando yo empecé a escribir sobre Canfranc, la estación estaba totalmente abandonada. Ahora ya no tiene ese halo fantasmagórico que tenía entonces y cuando se inaugure el hotel que se está construyendo se llenará de vida y de nuevas historias.
¿Qué le llevó a escribir sobre este lugar?
Es un lugar que tiene mucho magnetismo. En una ocasión vi una fotografía en un libro titulado Lugares abandonados, me impresionó y me puse a investigar la historia de la estación y todos los acontecimientos que allí habían ocurrido. Me sorprendió que hubiera sido un lugar tan cosmopolita y que estuviera enclavado en el valle del río Aragón. Era como la Casablanca del Pirineo, era como un cruce de caminos por todas historias que se entrelazaban en ese punto.
¿Va a seguir por este camino?
Han pasado siete años entre estas dos novelas. Volví mentalmente a Canfranc por el confinamiento, pensando que si podía elegir un lugar para pasarlo, ese sería en los Pirineos. Ese pensamiento hizo que se me borraran las paredes de casa y se me pasara el tiempo muy rápido. Esa pasión por la historia que tanto me ha llenado, espero que ahora les suceda a los lectores.
Parece que está gustando su historia...
Sí. La primera edición se vendió en un día y eso es un lujo para cualquier escritor. Creo que había ganas por parte de los lectores de volver a Canfranc.
Supongo que ya tiene alguna otra historia entre manos para contar.
Siempre hay ideas. Pero hasta septiembre estaré con esta novela, entregada en cuerpo y alma a su promoción. Después de la inversión de miles de horas de investigación y escritura, lo que quiero es compartir esta historia con mis lectores. Una vez que pase verano pensaré en qué proyecto me embarco. Creo que es necesario también tomar un poco de distancia entre un libro y otro.
Seguro que será una invitada muy especial en el hotel que se va a inaugurar allí en breve.
Estaré en la inauguración, eso sí, y me hace mucha ilusión. Existe una ruta en tren y un recorrido por los escenarios de la novela anterior, y ahora espero que se amplíen con el argumento de esta última historia.
Parece que los libros van más allá de la páginas y del negro sobre blanco.
Es una maravilla esto de convertir los libros en experiencias de todo tipo. Hacen que las historias no se acaben y que no se agote lo que tú has contado. Para los escritores es un gran placer y un alivio que lo que has escrito con tanta pasión no se convierta en flor de un día o solo en una lectura.
¿Sigue rutas literarias como lectora?
Sí. Cuando termino un libro que me ha gustado mucho me encanta visitar los escenarios reales y ver cómo encajan las historias en ellos. Pienso que estas rutas dentro del turismo cultural, especialmente el literario, están teniendo mucho éxito. Los lectores también demandan esa constelación que se ha creado en torno a una historia.
¿Por qué le gusta tanto volver al pasado y meterse en historias que le son a usted lejanas en el tiempo?
No lo sé bien, pero para mí es como una necesidad vital. Mira, una guerra actúa como una lupa y aumenta lo peor y lo mejor de la condición humana. Intento ser optimista y que esos sucesos del pasado proyectados sobre el presente tengan una influencia sobre las personas de este momento.
Los últimos acontecimientos no van parejos con sus intenciones...
No, que la guerra siga existiendo en este segundo milenio dice mucho de la sociedad y de la barbarie a la que podemos a llegar.
Estamos viendo en directo esa barbarie en la guerra contra Ucrania. Supongo que tendrá que pasar tiempo para poder escribir sobre ella.
Antes hablábamos del pasado y creo que siempre es bueno tener perspectivas sobre los hechos. A la hora de escribir sobre un acontecimiento de estas característica es necesaria una buena dosis de reflexión y es muy difícil tenerla cuando los hechos están sucediendo o son muy recientes. Necesitamos que cristalicen para poder mirarlos con distancia.
Conjugar las historias literarias en pasado puede ser una muestra de nostalgia hacia otros tiempos.
Más que nostalgia, el interés de los lectores puede estar en una búsqueda de evasión. Además de entretenimiento y de historias que nos conmuevan, queremos que el libro sea lo que en su día decía Josefina Aldecoa, un medio de transporte.
Transporte, pero siempre en pasado. Eso era lo que solía hacer Josefina Aldecoa.
Lo que se trata es de estar en otras coordenadas mientras estemos leyendo, y que suponga una especie de oasis sobre lo que estamos viviendo realmente.
¿Hacia donde echa la mirada como lectora?
Leo sin prejuicios, sin complejos. Leo de todo y me interesan todos los géneros. Lo que realmente me interesa es la historia que me están contando. Leo mucha literatura contemporánea y eso nos hace comprobar que los comportamientos humanos son universales y atemporales. En esencia seguimos siendo los mismos siempre, tenemos las mismas pasiones y la misma forma de actuar.
El presente ha ido más deprisa que el pasado.
Claro. Vivimos en la época de la inmediatez, ahora todo lo queremos a un golpe de click. Pienso que cierto reposo y cierta demora, el hacer un análisis de los hechos, nos puede aportar mucho. Es necesario reflexionar y dejar un poco de lado esas prisas con las que vivimos habitualmente. El mundo va a veces muy deprisa.
Se dice que con la pandemia se ha regenerado el afán por la lectura.
Los indices de lectura han aumentado, quizá porque se buscaba evasión. Lo que queríamos todos era olvidarnos un poco de lo que hemos vivido. No llegan unos felices años venideros, pero todos buscamos cierto escapismo. Eso lo podemos obtener de muchas maneras, una de ellas es la lectura de historias que nos hagan viajar a otros mundos.
¿Cómo va lo de llevar Canfranc a la televisión?
Se está trabajando en los guiones de Volver a Canfranc para una miniserie y estoy muy contenta de que mi novela pueda ser una historia audiovisual.
¿Le parece difícil pasar de la letra impresa a la imagen?
Yo no estoy metida en el proyecto audiovisual, la cesión de los derechos significa eso. Mi parte de trabajo se quedó en los libros y a la hora de hacer guiones prefiero que lo hagan los profesionales. Ellos harán lo que consideren y espero que traten lo mejor posible a mis criaturas.
¿Quién está haciendo la adaptación de su novela?
Manuel Ríos Martín. Él también es escritor y estoy segura que lo hará muy bien.
PERSONAL
Edad: 51 años.
Lugar de nacimiento: Segorbe (Castellón de la Plana).
Trayectoria: Es escritora y profesora de la Universidad Jaume I (Castellón). Su obra ha sido traducida al catalán, japonés y francés. Ha escrito en todos los géneros: novela, ensayo, relatos y poesía, aunque la novela es el que más reconocimientos y premios le ha dado. En 2015 publicó Volver a Canfranc, que le dio un gran éxito. Otras de sus títulos más conocidos son La huella de una carta y Desaparecida en Siboney. En estos momentos promociona El cielo sobre Canfranc.