Tras dos años de sospechoso silencio, ha vuelto, y dando guerra. Amaia montero, ex vocalista de La oreja de Van Gogh ha sorprendido, una vez más, a propios y extraños luciendo cambio radical y la consiguiente pérdida de peso. Un detalle anodino (para muchos) que marca demasiado desde hace lustros su estado anímico y bienestar. Porque solo ella define como "felicidad plena" una vida alejada de grasas y chuletones. Nunca la prensa ha juzgado a la donostiarra por su aspecto físico. ¡Jamás! Algo que, por cierto, ella practica habitualmente en Twitter soltando las siguientes frases: "Engordar es lo peor que puedes hacer".
Nunca, jamás en la vida, la prensa (rosa) ha criticado a Amaia Montero por su aspecto físico ni corporal. Ni por subir o bajar de talla. Tampoco por lucir abrigos de encaje o mallas apretadas animal print. Todo lo contrario, su arrolladora voz y personalidad siempre han hallado hueco entre las plumas que defienden lo irreverente, lo singular, ese estilo tan propio y personal que encumbró en los 2000 a La Oreja de Van Gogh a los altares del pop castellano universal. En buena parte, gracias a ella. Tan alejada de las Britneys Spears o Christinas Aguileras del momento. Su marca dejó huella, en el grupo y en una generación que todavía mueve el ponchis-ponchis cuando resuena El viaje de Copperpot.
Pero claro, cuando la diva vasca, ya en solitario, empezó años después a discutir con su nueva banda sobre el escenario y a entonar sus canciones con una más que dudosa pronunciación, pues los medios comenzaron a hacerse preguntas. ¿Con maldad? Quizá algunos. Pero sin esos ataques personales que ella siempre ha denunciado. Porque una cosa es afirmar que cantó como un bacalao en Renedo, Cantabria , y otra muy distinta valorar sus cambios de peso, a los que ella, sin duda, siempre ha prestado demasiada atención.
Pero solo ella, no la prensa cotilla. Basta con recordar sus polémicas declaraciones en 2018, esas en las que llegó a confesar que "engordar es lo peor que puedes hacer en este país", o cuando la cantante Malú trató de protegerla, exclamando en una revista: "¿Por qué Amaia tiene que estar delgada?". Defensa que la donostiarra transformó bien rápido en ofensa (hay que ser mal pensada): "¡Me ha llamado gorda!".
Por este y otros ejemplos aburre la Amaia Montero del momento. La cantante, transformada en influencer, parece dar más importancia a la imagen que a su potencial artístico. Asociar flacura con felicidad o lorzas con tristeza, además de incierto, es profundamente injusto y superficial. Y ella lo hace demasiado. "Soy feliz", es el mensaje que más repite estas semanas en redes sociales.
Hace dos años, con una figura no tan fina, sus escritos eran bien distintos: "The game is over (el juego ha terminado)". Una bocachanclas ejemplo de lo que Esty Quesada, Soy una pringada, define a la perfección en su histórico vídeo: "Carlota Corredera, gorda traicionera".