La realización de un buen puro puede tardar entre seis y siete años. Así lo atestigua la familia Cabrera, que lleva décadas trabajando en la isla de La Palma. En la ecuación entran la planta, los tipos el tabaco, fermentado, secado y mucha paciencia…
Hoy les hablamos cómo un trabajo artesanal, tan injustamente tratado por innumerables trabas y leyes, sobrevive el temporal con un producto que conlleva un proceso laborioso que requiere tiempo y dedicación.
La planta Nicotiana tabacum, originaria del altiplano andino, se extendió por todo el continente americano y alcanzó el Caribe entre 2.500 y 3.000 años antes de Cristo.
Las familias palmeras que emigraron en el siglo XX a Cuba, trajeron a su regreso las mejores semillas de tabaco, el método de cultivo y el arte de la composición, así como el manejo virtuoso del cuchillo en forma de media luna, la chaveta, con el que se corta la capa del puro.
El papá Publio (Julio) Cabrera González creó su propia marca. David, uno de sus hijos, nos comenta que los comienzos de su padre fueron en una fábrica de puros, y cuando cerró, fundó Puros Artesanos Julio: “Nos enseñó todo lo que necesitábamos saber del proceso y actualmente trabajamos mis dos hermanos y yo. Su experiencia comenzó a los 12 años y, hoy, con 83 años, sigue enrollando puros y disfrutándolos”.
El proceso
A principios del mes de mayo se empiezan a sembrar las matas de tabaco. Tras 50 días se comienzan a cosechar las primeras hojas. Una vez recolectadas, se enhebran y se colocan en los tendales para secarse. El proceso dura aproximadamente dos o tres meses, siendo crucial que el centro de las hojas esté completamente deshidratada. Solo entonces se procede a iniciar la fermentación del tabaco.
La fortaleza, el sabor y el aroma de cada ejemplar de tabaco dependen de los diferentes tipos de hojas y su procedencia. Las hojas de Puros Artesanos Julio pueden provenir de lugares tan diversos como la isla de La Palma, Brasil, el estado de Connecticut, o de variedades como el tabaco yanki y brasileño. Actualmente el tabaco cubano no se exporta, ya que toda su producción se destina al consumo interno. “Debido a esto, hemos tenido que buscar alternativas en otros países, y ahora estamos trabajando en la República Dominicana”, explica Cabrera.
La fermentación
El proceso comienza armando el pilón de tabaco en un cuarto cerrado con poca ventilación. A medida que se van colocando las capas de tabaco, se utiliza un pulverizador para añadir un 5% de humedad a cada camada. Una vez que el pilón de tabaco está completamente armado, se cubre y se deja fermentar durante seis meses, mientras se controla constantemente la temperatura. Es fundamental que la temperatura del pilón nunca supere los 30 grados con una humedad de entre el 60 y el 65%.
Si en algún momento la temperatura supera esos grados, es necesario desmontar todo el pilón, ventilar el tabaco y volver a armar el pilón. Si esta temperatura se supera, el tabaco se quema y se convierte en polvo, debido al exceso de calor en el pilón.
Una vez que el tabaco ha fermentado, se pasa a los fardos y se deja curar. Para verificar si un tabaco está bien curado, se elabora un puro y se observa el color de la ceniza. Si la ceniza quemada es blanca, significa que el proceso se ha realizado correctamente. Si en cambio, la ceniza quema negra, indica fallos en el proceso de la fermentación y habría que repetir todo el proceso.
Este tabaco, que contiene un 15% de humedad, necesita alcanzar un 40% para ser utilizado en el interior, como envoltura o capota. Este proceso implica mojar las hojas hasta que alcancen un 100% de humedad, luego dejarlas escurrir en los tendales durante 4-5 horas. Se controla la humedad al tacto, y cuando se alcanza el porcentaje apropiado, se les quita la vena central, se dividen en dos, y se preparan para ser utilizadas en las capas o capotes para la realización del bonche o la parte interior del puro.
Después, tras dejarlo secar durante dos o tres meses, se introduce en los moldes, dependiendo de la vitola que se va a hacer. La primera prensada dura entre 4 y 5 horas. Luego, se gira cada puro para eliminar las marcas de la primera prensada durante una segunda más prolongada. La última dura toda la noche, y al día siguiente se vuelve a girar para garantizar una forma perfecta. Al tocar el puro, debe emitir un sonido que indique que el recorte está suelto, ya que, si no lo hace, significa que el bonche está demasiado compacto y no permitirá la adecuada circulación del aire. Una vez que se ha dado la prensa, el siguiente paso es envolver el puro con la hoja de mayor calidad que se haya reservado para este propósito.
Gamas, sabores y colores
En este chinchal –no se trata de llamarle fábrica de puros, ya que para ello debería de superar la quincena de trabajadores– existen nueve vitolas diferentes, que se distinguen por el tamaño del puro, no por la anilla. La gama premium se elabora únicamente con hojas enteras, mientras que la gama media combina hojas con recortes y picaduras.
El color externo del puro también varía, los puros más oscuros son intensos de sabor y los claros en cambio, suelen ser más suaves debido a que la capa ha sido secada en el exterior, bajo mallas que permiten la transpiración, siendo muy importante preservar las principales cualidades de un buen puro como son la buena combustibilidad, textura, sabor, elasticidad, aroma, color y equilibrio en la composición de nicotinas y aceites.
Luego, sólo nos quedará disfrutarlo, dándole un corte preciso empleando una guillotina o cortador de tijeras y encendiendo con una cerilla de vara larga, preferiblemente de madera, un mechero de gas e incluso la corteza de cedro, que es la madera más apropiada para su conservación. Es recomendable guardarlos al 65-75% de humedad relativa del aire, de forma constante, sin ruidos ni entrando en contacto con otros productos o sustancias, aun estando envasados, con un añejamiento que no debe de sobrepasar los 15 años.