Lo más peligroso de la violencia en la pareja no es lo que se ve, sino lo que se confunde con amor. Durante años, los mitos románticos han legitimado el control, el sacrificio y la entrega como señales de compromiso, ocultando bajo la apariencia de cariño las primeras formas de abuso.

En ese terreno –que durante generaciones ha sido cotidiano y normalizado– es donde muchas mujeres quedan atrapadas sin darse cuenta, sostenidas por una cultura que les exige comprender, aguantar y salvar la relación incluso a costa de su propio bienestar. A las puertas del Día Internacional contra la Violencia de Género, dos profesionales que lidian cada día con las consecuencias de estas relaciones ponen palabras a los riesgos que siguen pasando desapercibidos.

“La sociedad debe garantizar que la mujer no recorra este camino sola: apoyo psicológico especializado, redes de acompañamiento, medidas de protección y políticas efectivas son fundamentales”

Marina Martínez, psicóloga sanitaria y colaboradora del programa Maiteki de Hegala Norte y del Ayuntamiento de Vitoria e Irune Bonilla, psicóloga experta en violencia de género y trauma con dos décadas de experiencia en el servicio foral Hegoak y que actualmente tiene su propio gabinete privado, alertan de cómo los mitos del amor romántico sostienen dinámicas de control que muchas mujeres no identifican hasta que ya están atrapadas.

Ambas coinciden en que la violencia no empieza con un grito ni con un golpe, sino con gestos que parecen inofensivos: un comentario sobre la ropa, una opinión sobre una amistad, una “preocupación” que en realidad es control. Son señales tan que para muchas víctimas pasan por muestras de interés o cariño, cuando en realidad van estrechando el espacio personal de la mujer. Con el tiempo, ese control sutil se mezcla con la culpa, la desvalorización y la sensación de caminar siempre sobre cristales. Y ahí es donde muchas dejan de fiarse de sí mismas, dudan de su criterio y acaban creyendo que exageran o que “es cosa de pareja”, justo como el agresor quiere.

LA DINÁMICA

El papel del amor romántico es clave a la hora de entender estas dinámicas. Marina Martínez explica que “si creciste escuchando que el amor lo puede todo, que los celos son normales, que si tu pareja te necesita es buena señal… ¿Cómo vas a identificar que eso es violencia?”.

Por su parte, Irune Bonilla añade que “el amor romántico así como otras ideas culturales sobre el amor y las relaciones afectivas desempeña un papel decisivo en la gestación, normalización y mantenimiento de muchas situaciones de violencia de género”, porque mezcla ternura con control, sacrificio, idealización y desigualdad, abriendo la puerta a que la violencia se viva como cariño o “problemas de pareja”.

Marina Martínez. “Crecemos en una cultura que nos enseña a cuidar, sostener, salvar y aguantar, incluso a costa de nosotras mismas, lo que hace que muchas normalicen situaciones de abuso sin darse cuenta”

Marina Martínez describe cómo se genera esta dependencia: “El vínculo sigue existiendo, incluso con violencia. Además del amor que pueda seguir existiendo, hay también miedo, idealización, esperanza de cambio.

Las mujeres suelen describirlo como un enganche (lo que en psicología conocemos como refuerzo intermitente): momentos de cariño, disculpas, promesas… y luego maltrato. Ese sube-y baja emocional es lo que está en la base de la dependencia emocional”.

Irune Bonilla coincide en que “fundamental para entender la permanencia es el vínculo afectivo destructivo que se crea con el agresor: la alternancia entre las situaciones de violencia y los momentos de aparente cariño produce una dependencia emocional y un apego traumático que confunden a la víctima y mantienen viva la esperanza de que la relación pueda volver a ser la de antes”.

DESGASTE EMOCIONAL

Según explican, además, el desgaste psicológico que deja la violencia prolongada es enorme. Marina Martínez lo describe así: “Muchas llegan con ansiedad, insomnio, miedo constante, una autoestima hecha añicos y una desconexión brutal de sí mismas. Han aprendido a sobrevivir, no a vivir. Y a veces ni siquiera pueden nombrar lo que han vivido como violencia, porque la han normalizado para poder soportarla”.

Irune Bonilla. “Las mujeres que sufren violencia de género presentan consecuencias psicológicas profundas: ansiedad, hipervigilancia, insomnio, depresión, culpa inducida, confusión emocional, aislamiento social y trastornos cognitivos...”

Irune Bonilla añade que “las mujeres que sufren violencia de género suelen presentar consecuencias psicológicas profundas y persistentes. Lo más frecuente es el desarrollo de síntomas postraumáticos como ansiedad, hipervigilancia, insomnio, flashbacks, pesadillas y una sensación constante de amenaza. También es habitual síntomas depresivos como apatía, desesperanza y la pérdida de autoestima. Muchas viven en un estado de culpa inducida, confusión emocional y aislamiento social, que refuerza la sensación de no tener salida. Además, pueden aparecer dificultades cognitivas –problemas de concentración, de memoria, y de toma de decisiones– resultado del estrés crónico. Asimismo son habituales los trastornos psicosomáticos. Todo ello impacta directa y profundamente en su bienestar, su autonomía y su capacidad para reconstruir su vida”.

PREVENCIÓN

Respecto a cómo apoyar a las mujeres y prevenir la violencia, Marina Martínez señala qye “para mí lo más importante es no juzgarlas”. “Ni por haberse quedado, ni por haber vuelto, ni por dudar. Después, acompañarlas a entender el ciclo de la violencia, cuando entienden por qué vuelven, por qué les cuesta irse o por qué minimizan lo que viven, algo importante se desbloquea. Ayudarles reconstruir su red de apoyo, a volver a escucharse, a recuperar su identidad y sus límites. Y, por supuesto, trabajar mano a mano con recursos especializados, como servicios jurídicos, y sociales, entre otros.

Marina Martínez. “Muchas mujeres llegan con ansiedad, insomnio, miedo constante y una autoestima destrozada; han aprendido a sobrevivir, no a vivir, y a veces ni siquiera pueden nombrar lo que han sufrido como violencia”

Sobre todo, el proceso debe ser respetuoso y libre de presiones: cada mujer sale cuando puede, no cuando queremos desde fuera”.

Irune Bonilla enfatiza el papel de la sociedad: “Es objetivo de la sociedad, de las políticas y de las personas individuales que la mujer no tenga que recorrer este camino sola: es necesario articular un apoyo psicológico especializado, una red social que acompañe, garantizar medidas de protección reales, así como medidas políticas y un discurso social en el que se crea (de verdad) a las víctimas; si estos factores están alineados, es cuando la violencia deja de ser solo privada para ocupar el espacio público que se merece. Es en este contexto, cuando las posibilidades de romper el ciclo de la violencia aumentan”.

Desmontar los mitos del amor romántico no es renunciar al cariño, sino reconocer que el verdadero amor nunca se sostiene en el miedo, la culpa o el control.