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En Abastos ya no da miedo preguntar quién es el último

Su gerente explica los retos de este mercado que cumple 50 años y sus históricos vendedores, alguna que otra anécdota

En imágenes: La despensa de Vitoria del Mercado de Abastos cumple 50 añosPilar Barco

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“¿Quién es el último?”. Hace una década que a los comerciantes del Mercado de Abastos ya no les da miedo hacer esta pregunta, gracias a la segunda juventud que experimentó este complejo comercial, ubicado en Jesús Guridi, junto a la plaza Santa Bárbara de Vitoria, tras la reforma integral de su obsoleto edificio de 1975 que le convirtió en un nuevo foco de encuentro y comercial de la capital.

La premisa, para ese lavado de cara, fue que allí se podía vender algo más que carne y huevos. Y lo consiguió al sumar a sus clásicos puestos de minoristas, novedosos gastrobares, un supermercado en su planta baja, un parking, y hasta catas y talleres enogastronómicos que organiza su fundación.

Este nuevo mix comercial, ejemplo de convivencia perfecta, ha hecho que el próximo miércoles, cuando celebre su medio siglo de vidacon un acto de reconocimiento a sus históricos vendedores, lo haga en plena forma.

Mercado de Abastos de Vitoria

CIFRAS RÉCORD

Y es que los números hablan por sí solos. Solo un año después de esta reinaguración, consiguió 1.545.089 visitantes, quintuplicando así las cifras que les llegaban antes de modernizar sus instalaciones. Ahora, como explica a DNA su gerente, Roberto Martínez de Guereñu, la media anual es de dos millones y medio de personas al año.

“Gracias a los proyectos de renovación llevados a cabo en la década anterior y el apoyo de todos los comerciantes que decidieron continuar cuando se planteó la reforma integral del edificio, hemos podido renovar y mejorar la calidad del servicio y la puesta a disposición de los productos ofrecidos a los ciudadanos”, así que el balance, “como no podía ser de otra manera, es positivo, dado que estamos celebrando los 50 años de un emblema de la ciudad desde el punto de vista de la cohesión socioeconómica del territorio”. 

RETOS

En cuanto a los retos que debe encarar, uno de ellos, como dice, es el de asegurar la continuidad de la plaza como punto de referencia del producto local y el corazón de la gastronomía alavesa.

“Para ello, es necesario poner el foco en asegurar la estabilidad de las condiciones de funcionamiento del centro. Máxime cuando hemos conseguido incorporar al proyecto a otros formatos de actividad muy complementarios y adecuados para dotar al mercado de una oferta de productos y servicios ajustados a las necesidades de los consumidores clientes”. 

Para lograrlo así, “debemos proyectar a futuro unas condiciones de funcionamiento homogéneas y estables para todos ellos que nos permitan luchar contra el relevo generacional y el cambio de conducta en los nuevos perfiles de consumidores. Y para eso, el apoyo institucional es clave”.

LOS PUESTOS

En la actualidad, quedan tres puestos de vendedores por buscar dueño, “y estamos estudiando las ofertas que estamos recibiendo para ellos en función de la consecución del mix comercial óptimo. No podemos dar entrada a cualquier tipo de actividad”.

En cuanto a los gastrobares, no se plantea alguna novedad “porque hemos conseguido una oferta ajustada a las necesidades del centro y de los clientes”. 

HISTÓRICOS

Leyendas vivas de este mercado son puestos como los de la pollería Magda, “lo mejor del corral”, con modernas vitrinas, en las que relucen productos que invitan a pararse frente a ella. “Se trabaja muy bien desde esta reforma. Era un mercado de 30 años y ahora es mucho más práctico. Tienes lo que pide el mercado”.

Quien así lo destaca es Manuel Rabasco Campo, ya jubilado, que ahora se limita a ver cómo la tercera generación, su hijo Manuel Rabasco Barajuen, sigue tratando con mimo a su clientela, como a la hora de filetear "para dejar abiertas y finas" esas pechugas, ya que, es el corte preferido por su clientela.

“Yo empecé cuando dejé los estudios en la Academia del Aire, en San Javier (Murcia)”, recuerda Rabasco Campo que en un principio siguió los pasos de su aita, que murió en un accidente de vuelo.

Pero con 22 años decidió cambiar de aires.“Un día pregunté: ¿Te ayudó, mamá?”.

Y ahí, como dice, se quedó. Trabajando codo con codo con la gran Magda Campo, de ahí el nombre de su stand, que inauguró esta saga familiar, cuando el Mercado de Abastos estaba en Los Fueros, en un edificio, levantado en 1899 por Peña Ganchegui y Chillida, cuyo derribo se considera uno de los grandes desaciertos de esta ciudad.

“En una reunión en la que estaba el arquitecto Apraiz, dijo que no se había tenido que tirar nunca”, lamenta Rabasco sénior.

Los Rabasco, en la pollería Magda.

Si bien, el traslado a Santa Bárbara incorporó su “realce” y grandes novedades y anécdotas. “Las primeras escaleras mecánicas se pusieron aquí y, al principio, las amas de casa se pegaban cada leche al usarlas...”, recuerda con una sonrisa.

Años después, la clientela sigue acudiendo a Abastos y no solo por la comodidad de sus instalaciones. “Buscan calidad, sobre todo. Quieren conocer el producto y que sea bueno. La atención personalizada y el servicio es importante”, matiza su hijo. 

La cuestión ahora es si habrá una cuarta generación de los Rabasco al frente de la pollería. “Mi hijo, Eneko, tiene 15 años y, de momento, quiere ser jardinero, como un amigo, pero con los líos que tienen ahora... Yo le digo que mejor sea fontanero, como otro amigo, que mal no le va. Tiene un Mercedes”, responde.

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Visitamos la Plaza de AbastosAitor Álvarez

CERCANÍA

Otro clásico de Abastos es el de la pescadería Imanol, quien el sábado por la mañana no daba abasto con todo el trajín que tenía a primera hora. Y aún así hizo un hueco para atender a este periódico.

“Fue mi madre la que empezó en la plaza vieja, con 11 años, trabajando para otra señora, y luego fue metiendo a sus hermanos”.

Imanol, en su puesto de Abastos

Él, Imanol, empezó con 14 años y el próximo 1 de enero cumplirá 33 de profesión.

Lo que era Pescados Antonia ahora es Imanol y con la reforma de la plaza, mucho mejor. Seguramente, sin ella, no había nadie. El cambio hizo que aguantásemos”.

Ríe cuando le preguntan si tendrá relevo generacional. “Tengo dos niñas y, de momento, no creo. La pequeña tira más, pero...”.

Y ríe, al escucharlo, también Pepe, uno de sus más fieles clientes, como el 90% de todos sus compradores.

Pescado como él, poca gente. Este señor, un Jueves Santo, en plena pandemia, fue a mi casa a las once y pico de la noche a llevarme el pedido”.

Cercanía y atención al cliente en mayúsculas. “El último pedido lo entregué a las doce”, apunta Imanol.

LOS "NUEVOS"

La remodelación de Abastos también trajo nuevas incorporaciones, como la de DIbéricos.

Loli y Mari Carmen, en DIbéricos

“El próximo febrero cumpliremos diez años aquí. Se ve que nos viene gente más joven e incluso hijos de nuestros clientes”, precisa Mari Carmen que se sabe el nombre de las personas que demandan sus productos.

Loli es un ejemplo. “Vengo todas las semanas por la calidad del género y el trato”, aclara su clienta.