Hasta octubre de este año, Cáritas Diocesana de Vitoria ha atendido a 141 personas en inestabilidad residencial (hogares no adecuados, situación de calle, viviendas inseguras, insalubres, etc.). Los datos de este informe, que esta entidad de la Iglesia en Álava, suele presentar con motivo del día de las personas sin hogar que se conmemora este domingo, son “similares” a los del pasado año, cuando sus despachos registraron casi 200. Sin embargo, la responsable del programa de Intervención de Cáritas Vitoria, Isabel López Ruiz de Azua, alerta de que se han detectado dos formas de una exclusión “más silenciosa y preocupante”.
Se trata, por un lado, del aumento de jóvenes sin hogar (algunos tras haber pasado por sistemas de protección), que sobreviven en lonjas, cajeros, fábricas o situación de calle y por otro, de muchas mujeres que residen en condiciones inseguras o insalubres.
La situación de estas últimas “las hace especialmente vulnerables a la violencia, al aislamiento y a la pérdida de autonomía”, subraya la responsable de este programa de Intervención que también actúa en Orduña, villa que aunque esté en Bizkaia, pertenece a la diócesis de Vitoria.
Dos realidades
En el caso de ellas, como precisa, hay dos realidades: “Las que son mamás y viven con sus hijos en situaciones de hacinamiento, en un piso con otros dos o tres núcleos familiares más, y luego, las que están en situación de calle, que normalmente tapan, por el riesgo que tiene para su seguridad (violaciones...)”. Son, por tanto, una de las caras “más ocultas” de la pobreza.
Entre los motivos que llevan a todas estas personas a estar en esta dramática situación son “los altos precios de las viviendas, la escasez de las mismas, situación de documentación irregular y muchas de ellas, que no tienen acceso a padrones ni alojamientos estables”.
Y también atienden a personas “que rompen los lazos sociales, tras rupturas o separaciones, con problemas de salud mental, adicciones, violencia de género y pérdida de género”.
Perfil
En cuanto al perfil de esas 141 personas atendidas, hay más hombres (77), pero la cifra de mujeres (64) no está lejos. 45 viven en unidades familiares y 96 solas.
El 88% son de origen extranjero y el 12% de nacionalidad española. Se podría profundizar más en sus países de origen, pero no es lo importante porque se trata de eliminar prejuicios que distorsionan la mirada. “Son personas, todas, da igual de dónde vengan, y encima están sin voz”, remarca López Ruiz de Azua.
Sin padrón
El 26% carece de empadronamiento, lo que les impide acceder a derechos básicos como la sanidad, la educación o la protección social. Y entre quienes sí disponen de padrón, muchas lo hacen mediante fórmulas inestables o de conveniencia, “como pagar para que les empadronen aunque no residan en esa casa”.
Por eso, el objetivo final de Cáritas es uno tan sencillo como humano: que toda persona tenga garantizado el derecho a una morada digna, al ser el primer paso hacia la inclusión.
“Sin un espacio estable donde dormir seguro por la noche, sin tener miedo a que pase algo, no puedes iniciar tu integración. Resulta imposible acceder a un empleo, cuidar la salud o lograr un proyecto de vida”, incide esta trabajadora social.
Es por eso que el concepto de sinhogarismo va más allá de las personas que duermen en la calle, al incluir a las que están en riesgo de perderla (viviendas inseguras o inadecuadas), en alojamientos temporales o en hacinamiento.
Una dura realidad social que se solucionaría, como reclama, “con políticas públicas que recuperen la función social de la vivienda y que no se conciba como un bien especulativo”. Para ello, como propone, “es necesario movilizar el parque de viviendas vacías y fomentar el acceso a inmuebles sociales y a alquileres asequible. Estamos hablando de subarrendamientos de una única habitación por 600 euros. Tenemos que pensar como sociedad quién se está beneficiando de esos alquileres”.
De ahí que Cáritas se sume a la campaña confederal Sin hogar, pero con sueños, para recordar que la dignidad humana no se pierde con la falta de techo y que reconstruir un hogar empieza por reconstruir los vínculos y la confianza.
“Integral y personalizado”
Para ayudar a todas ellas, realiza un acompañamiento “integral y personalizado”, tanto para cubrir las necesidades básicas como para reconstruir su autonomía personal.
¿Cómo se consigue eso? “Con acogidas, escucha activa, orientación laboral, ayudas económicas (para alimentación, transporte, para el pago de alquileres, suministros, medicinas, etc.), itinerarios personalizados de inclusión o apoyos legales para, por ejemplo, saber interpretar esas notificaciones que reciben y que no acaban de saber qué es lo que dicen”, detalla.
Y, para ello, es “crucial” el grupo de personas voluntarias, como las que proceden del ámbito jurídico. De hecho, el grueso de Cáritas lo conforman sus 800 personas voluntarias que hacen posible sus actividades.
Aparte, “nuestras compañeras del Programa de Mujer y Mayores intentan fortalecer los vínculos, tanto sociales como familiares y sentirse parte de, que es importantísimo”.
Siempre son ellas las que tienen que dar ese primer paso de ponerse en contacto con esta entidad: “Se les animan a que vengan solos, por iniciativa propia, y que sean ellos los que hagan su demanda”.
Asimismo, Cáritas Diocesana de Vitoria ha acompañado a 20 personas aproximadamente que viven actualmente en el Centro Municipal de Acogida Social (CMAS), cuya falta de alternativas de vivienda impide que puedan iniciar procesos de autonomía y reconstrucción de vida. “Se están cronificando los casos, por esos problemas de acceso a vivienda”.
En este caso, les acompaña con clases de castellano, si son personas extranjeras, con el tema de inserción en el empleo, cursos...
En una tela de araña
En cuanto a si consiguen o no su inclusión social, es más difícil cuantificarlo, “porque suele ser un pasito hacia delante y otro hacia atrás”.
Viven, como dice, en una tela de araña de lo más frágil. “Cuando ya creen que están estables, cualquier circunstancia que le pueda afectar en la vida, les hace volver a caer en la exclusión. Sí que hay personas que hacen procesos maravillosos y que van saliendo hacia delante, pero por cualquier cosa (duelo, separación...) pueden volver a caer en esa situación”.
En cualquier caso, las puertas de Cáritas siempre estarán abiertas para ellos, dado que en su ADN está el acompañamiento.
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