El profesor e investigador de la UPV, Julen Orbegozo, visitará Vitoria el próximo 12 de noviembre para impartir en el centro cultural Izaskun Arrue la charla en euskera Argituko dugu iluna, cuyo propósito no es otro que hacer reflexionar al público sobre la la irrupción de la inteligencia artificial, los cambios que generará en la esfera política y periodística y cómo ambas deberán adaptarse. Todo ello indagando en temas como el valor de la actualidad, la información y los puntos de vista críticos. La cita se enmarca dentro de la HEI Escuela Abierta de la Ciudadanía.
¿Cuál es el principal vínculo que une la política y el periodismo?
–Principalmente, que ambas están siempre en crisis cíclicas, intentando ganar la legitimidad y la reputación. Si ya pensábamos que la digitalización iba a traer muchos cambios en poco tiempo, imagínate ahora con la llegada de la inteligencia artificial. En solo dos años, han cambiado mucho las cosas, y van a seguir cambiando. Y estas deberán adaptarse, sobre todo, porque no se trata de cualquier ámbito, sino de dos de los tres pilares fundamentales que tiene el sistema democrático. Me explico, en el espacio público-político, tenemos a la ciudadanía, los medios de comunicación y la clase política, y los tres tienen que interactuar para que un pueblo siga adelante. Y ahí es donde la inteligencia artificial va a impactar de forma muy heavy, por eso uno periodismo y política.
¿Se trata de dos áreas que dependen mutuamente?
–Sí, pero cada vez menos. Esa ha sido una de las grandes crisis que ha tenido el periodismo; que ha dejado de ser el intermediador único entre la clase política y la ciudadanía. Hace veinte años, para que un político le hablara al pueblo, generalmente, tenía que contar con los medios de comunicación, no tenía herramientas para comunicar por sí mismo. Ahora, puede trasladar un mensaje directamente desde sus redes sociales u otros canales de comunicación. El periodismo ha perdido el poder de marcar la agenda de temas principales de interés ciudadano. Ahora, en cambio, el periodismo se está adaptando a la agenda de las redes sociales.
¿Cómo cree que va impactar la irrupción de la inteligencia artificial en la producción de la información y en la sociedad?
–Dando lugar a dos mundos posibles: el distópico y el utópico. Estamos en el principio de la IA. Ahora lo que podemos hacer es ver lo que ha pasado con otras revoluciones y hacer prospecciones. ¿Por dónde caminamos? Un debate que divide l opinión entre el optimismo y el pesimismo, entre los integrados y los apocalípticos. Este último término sería pensar que van a ser sustituidos, tanto los periodistas como los políticos. Que todo va a estar generado a través de robots y algoritmos y que, por ende, se va a perder el control de las decisiones. Por otro lado, estaría el mundo utópico, donde se va a aprovechar la inteligencia artificial para mejorar los procesos que ya hacemos los humanos. Un mundo en el que la administración pública se aligeraría o el tráfico podría estar autorregulado. A nivel periodístico, un profesional podría recurrir a la inteligencia artificial para generar contenido, externalizar los trabajos más tediosos. Eso sí, sin perder su visión e indicando en qué partes ha utilizado la inteligencia artificial. La transparencia, para mí, sería clave. Aún y todo, siempre reivindico que dentro de los errores que comete el ser humano, será mejor eso que un mundo dominado al 100% por las máquinas, los algoritmos y los procesos informáticos.
¿Peligra la figura del periodista a futuro?
–Nadie puede estar seguro de saber lo que va a pasar. Creo que esto depende de dos cosas; primero, de sí hemos tocado el punto álgido de la capacidad humana para consumir contenido, es decir, hasta que punto podemos cargar más la gente para que siga consumiendo y, por otro lado, nutrirse de buen periodismo, y eso depende de lo que las nuevas generaciones estén dispuestas a consumir.
Esto último me comenta que tiene que ver y mucho con el concepto de actualidad y cómo se consume.
–Claro. Está pasando ahora con la DANA en la Comunidad Valenciana. No lo vive igual una persona que tiene 10, 18, 40 o 60 años porque vamos cambiando a nivel de generaciones. Yo, de hecho, volví a conectar con la actualidad por este gran suceso global, porque quise empezar a enterarme de las historias que pasan allí y de la magnitud tiene todo esto. Busco ese impacto emocional a través de un tema de actualidad, pero para un chaval de 20 años, quizás ese concepto de seguir la actualidad, tanto política como social, no le resulte tan atractivo. Cuando las nuevas generaciones consumen noticias digitales les da igual que el suceso haya sucedido hace tres años, los jóvenes no suelen ser cronológicos, no viven lo que pasa en el mundo con una cronología directa.
Precisamente le quería peguntar sobre el extendido formato de consumo basado en videos cortos, ¿cómo puede repercutir ese factor a la hora de informarse?
–A esto le llamamos el scrolling infinito. La sociedad está ya acostumbrada a consumir contenido con el dedo, deslizándolo hacia arriba y, si el vídeo no me engancha en los primeros cuatro segundos, cambio. Le doy el criterio a un dedo y a mi cerebro, que en esos cuatro segundos tiene que sentir impacto, ese enganche. No somos capaces de esperar, estamos buscando continuamente esa resolución impactante emocionalmente. Por eso, a la hora de informarnos, hay que saber qué buscamos: ¿impactarnos emocionalmente o interesarnos por lo que está pasando a nuestro alrededor? Creo que es importante educar en esto a las nuevas generaciones, porque corremos el riesgo de que a la gente le de igual lo que está pasando en el mundo; a su alrededor. Desde las decisiones políticas hasta los problemas de una sociedad. Si la ciudadanía tiende a vivir ajena a todo, correel riesgo de caer en manos de gente que quiere hacer negocio con nuestra atención.
¿Qué mensaje es clave lanzar en este sentido?
– Saber diferenciar entre entretenimiento y actualidad, periodismo de calidad. Que una persona pueda ir a TikTok pero que sepa que tiene a disposición otras fuentes y canales para seguir la actualidad; ya sea cultural, deportiva, política o social. Evidentemente los mundos se van a conectar, muchas veces hay información en formato entretenimiento y viceversa. Pero es importante diferenciar esos dos mundos.
Algo que se está viendo también estos días en Valencia es la propagación de bulos y fake news , ¿qué consecuencias tiene a nivel sociopolítico?
– Claramente, su impacto repercute en una crisis del sistema. Se pone en duda su legitimidad y se erosiona mucho el liderazgo de los dirigentes políticos, que lo estarán haciendo bien o mal, pero ni siquiera se les deja actuar, tomar decisiones o pedir perdón. La sociedad lanza críticas destructivas, no constructivas, intentando así que caiga el personaje político lo antes posible. No es fácil detecar esos bulos. Yo mismo, la primera vez vi ese tipo de desinformación, me la tragué. Es muy fácil que te la cuelen porque tienen un gran impacto emocional y porque no diferenciamos tanto las fuentes. La gente se cree más los bulos de fuentes anónimas que los desmentidos de las fuentes oficiales. Y esto es un problema muy grande. Tenemos que intentar legitimar y darle crédito a esas fuentes oficiales, dejarles trabajar, darles margen de tiempo, facilitarles los medios y después, ya llegará la crítica, a poder ser constructiva. Ya llegará la petición de responsabilidades. Si no se hace así, le damos más crédito a una persona anónima que pone cualquier chorrada impactante en X que a la propia institución. Porque no todos los políticos son mentirosos, ineptos o ladrones.
Esas críticas de las que habla continúan firmes en la palestra digital, ¿a dónde se quiere llegar?
–Sí. Aquí hay dos conceptos: conspiración e indignación, que se dan mucho la mano. Cada vez que hay un gran tema, proliferan los bulos y los argumentos conspiranoicos, que calan mucho entre la gente indignada. Y todo esto acaba erosionando las instituciones, que son de todos y de todas.