Medieval cruce de culturas en Vitoria
Exitoso sábado de Mercado Medieval en Vitoria, con calles y plazas abarrotadas de gente que callejea entre puestos, de plaza en plaza, en busca del más llamativo espectáculo y a desgustar los mejores dulces de árabes, judíos y cristianos
La música medieval atrae a Etxaun al Machete. Arán, amigo de sus hijos Lur e Izadi se apresuran a colarse entre el gentío hasta la primera fila para sentarse en el suelo, junto al resto de niños y niñas.
La trapecista ha iniciado su espectáculo y los pequeños, entusiasmados, aplauden la puesta en escena. Les apasiona cómo la joven se cuelga y descuelga de la tela roja con una agilidad y elegancia admirables.
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“Venimos de dar una vuelta por todo el Casco Viejo, ahora de la plaza Santa María y al escuchar música nos hemos acercado”, comenta Etxaun. El viernes estrenaron el escenario del Mercado Medieval de Vitoria y hoy repiten.
Ambientazo
“La idea es pasar todo el día y comer en los puestos, sobre todo por los niños, les gusta mucho”, explica. “Lo mejor del Mercado Medieval es que todo el rato hay algún espectáculo en todos los sitios, en todas las plazas; el ambiente es lo mejor”, apunta Etxaun.
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Nobles, clero, campesinos, soldados, trovadores, malabaristas, magos, brujas, malabaristas y trapecistas, bufones, caballeros y peregrinos. Sastres, pañeros, tintoreros, guarnicioneros, peleteros, cereros, curtidores, armeros, fabricantes de espadas y pergaminos, cesteros, orfebres y plateros.
Tres culturas
Gasteiz recrea este fin de semana su exitoso Mercado Medieval de la almendra en el que callejear entre árabes, cristianos y judíos se convierte en un cruce de caminos de tres culturas.
Puestos de venta, degustaciones, comidas, dulces y demostraciones de oficios abarrotan las calles del Casco Viejo la jornada estrella del mercado. Cada cual muestra su saber y hacer para deleite del público.
Miguel lo hace con café. Introduce su pincel y sobre papel de acuarela recrea artísticamente desde los más variopintos personajes y heráldicas del medievo hasta los escudos de los equipos de fútbol que más pasión despiertan entre la afición.
Este año anda un poco quejoso por la ubicación que le han dejado. Dice que el Machete queda fuera del circuito por el que más gente pasea y, claro, “no vengo para perder dinero”, comenta.
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Debajo, en los Arquillos, el bullir de personas no cesa. Ha pasado el chaparrón y los claros han ganado terreno a la lluvia.
Cerdo asado
A medida que corren las agujas del reloj, más y más gente se anima a subir a lo alto de la colina. Allí, los cerdos asados en los puestos de comida ya lucen un aspecto más apetecible, tostaditos, tostaditos, tras horas al fuego.
“Ya hemos vuelto a llegar tarde”, comentan Pilar y Celio al comprobar que concluye el espectáculo. “Llevamos toda la mañana buscando malabaristas para el niño”, explican en la Balconada. “Lo que más nos gusta es el ambiente”, subraya Pilar, de camino a otra plaza, callejeando entre puestos.
Malabares
Acabados los malabares, llegan los títeres a la Balconada. Sergio aún suda tras su espectáculo de malabares con cuchillos, con el que ha recogido sonoros aplausos.
“A los que más les gusta es a los niños y niñas, pero también a los mayores”, destaca, mientras se prepara para su espectáculo de fuego con temática árabe.
“La gente quiere ver cosas, y el de Vitoria es uno de los mejores mercados medievales de España: por el escenario medieval, por el espacio, lo grande que es, por lo maja que es la gente y porque se llena”, considera el artista de A todo trapo Espectáculos.
Aldea de brujas
Ya en Burullería, Alberto Almagro no cesa de dar órdenes entre dragones, cuervos, brujas y todo tipo de seres mitológicos, mientras el cantero perfila el fruto de su trabajo que, luego, colgaba de las gárgolas de las iglesias para que los curas señalasen el fruto del mal a sus feligreses: “Ése es el malo, la bestia”, cuenta Almagro.
“Estamos en un espacio temático, el año pasado dedicado a los dragones y éste a las brujas”, sostiene, mientras se encamina a la degustación de dulces de las tres culturas.
Para los árabes, sin manteca de cerdo, con miel y almendras. Para los judíos, dulces con azúcar y canela, y para los cristianos, rosquillas.
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