El informático Jorge Flores, fundador y director de la iniciativa PantallasAmigas, experto en ciberseguridad y protección infantil en línea, tiene claro los desafíos a abordar para que el binomio menores e internet no sea un foco de preocupación.

¿Cómo surgió el proyecto PantallasAmigas que puso en marcha en 2004?

–En un proyecto educativo que hicimos online, vimos un chat en el que los menores nos llamaron la atención en un sentido desagradable y a partir de entonces, empezamos a preguntarnos qué pasaba con los menores e internet y vimos que en otros países, donde estaba mucho más extendido su uso, estaban ocurriendo cosas.

¿Qué tipo de cosas?

–En aquella época eran temas de acoso sexual a menores por parte de adultos, a través de chats, o por plataformas, como videojuegos, donde se pudieran comunicar, y también de ciberbullying, de acoso entre iguales. Y el acceso a contenidos inapropiados.

La Generalitat Valenciana ha sido la última en prohibir el uso de móviles en los centros docentes no universitarios. ¿Hasta qué punto es necesario regularlo?

–Desde el punto de vista de la gestión y de la convivencia escolar, supone un problema porque suele estar implicado en muchos casos de acoso escolar, lo que no quiere decir que sea el motivo, y de acoso o maltrato a docentes, por no hablar de la difusión de imágenes íntimas, que en muchos centros ha sido un verdadero problema. Su presencia se ve más como un problema que una oportunidad. Ante este complejo escenario, en el que está implicada toda la comunidad educativa, familias y estudiantes, si no hay un criterio, es difícil acotar. La cuestión es ¿si es posible mantener unos usos adecuados y que sea respetado? Pues no parece que sea sencillo. Ante este escenario, muchos lugares han decidido directamente prohibir, pero hay que entender bien lo que significa porque prohibir un móvil no significa, entre otras cuestiones, renunciar a educar en ciudadanía digital o en ciberseguridad. La pregunta tiene que ser cuáles son los beneficios de la existencia de los móviles en los ámbitos educativos y no se me ocurren muchos. Es en los centros educativos donde tienen que aprender a usar el teléfono móvil y a prescindir de ellos. Es una oportunidad magnífica.

Aparte de leyes, ¿es necesario que se acompañen de medidas de sensibilización, formación y evaluación dirigidas a toda la comunidad educativa sobre el uso responsable y seguro de internet?

–Claro. Evitar el móvil no significa renunciar a todo eso. Es más, es necesario ese desarrollo de medidas de sensibilización y formación entre todos los grupos implicados.

Los móviles no son solo el único problema, sino el acceso a internet en general de los menores. ¿Qué estrategias recomienda para abordar los desafíos a los que se enfrentan los menores?

–De entrada, creo que se está entregando el móvil en etapas demasiado tempranas y eso puede generar diversos problemas, y habría que esperar un poco más para darles un acceso autónomo. Segundo, hay que ofrecerles un acompañamiento, para que no se pase del nada al todo de golpe, con una fase de adaptación y de implicación conjunta para que las familias, si han decidido que tengan móvil, garanticen un desarrollo saludable, complementando con conocimiento y dedicación. Y esta implicación de las familias es lo que olvidamos porque preferimos hablar de la edad del menor. Algo importantísimo es que hay que dar un buen ejemplo en los hogares, si queremos que se haga un uso consciente y crítico del dispositivo. También hay que cultivar cuestiones de privacidad y ciberseguridad y además de controlar los contenidos, igual de importante es limitar el tiempo para no hacer un uso abusivo. Para eso, hay sistemas de control parental, diferenciando un tiempo de uso de lunes a viernes a el del fin de semana, como nos dijo una madre que hacía con sus hijos, y eso obliga a priorizar y a un uso consciente y crítico.