La huella del arquitecto vitoriano fallecido el domingo se puede admirar por todo Vitoria, tanto en edificios e infraestructuras señeras, de esas ante las que se detienen los turistas con sus cámaras de fotos, como en las viviendas funcionales que han hecho crecer la trama urbana de la ciudad en los últimos años.

Así, el despacho de Ercilla ha firmado proyectos de centenares de viviendas en los barrios de Zabalgana, Salburua, Larrein, Mariturri o Lakua. Suyas son las viviendas bioclimáticas de Ibaiondo. Además, su obra se extiende por Leioa, Durango o, más lejos, en el barrio de La Rinconada de Sevilla.

Sin embargo, han sido sus proyectos en el espacio urbano, o los edificios institucionales, los que han dejado una impronta más destacada en la capital alavesa.

Las escaleras mecánicas

Destacan, en ese sentido, las cubiertas de las escaleras mecánicas del Casco Medieval, una obra que se enfrentó en su momento a la oposición vecinal, pero que hoy forma parte del paisaje del barrio, y que aúna complejidad y sencillez, pues se compuso con pórticos básicos de acero que, al ir girando unos respecto a otros, dan esa imagen de serpenteo característica. Otra obra emblemática de Ercilla fue la conversión del antiguo convento de Betoño en el centro cultural Krea, que hoy acoge la Escuela De Arte y Diseño de Vitoria. El arquitecto concibió una intervención que separaba claramente el viejo edificio y sus nuevos añadidos, cuyos translúcidos permiten resaltar el valor de la anterior construcción.

Muy cerca, Ercilla partió del cementerio del convento para habilitar un nuevo espacio para la Fundación Sancho El Sabio, con almacenes y zonas de trabajo anexas en el sótano, y el vestíbulo y las salas de reuniones en el mismo camposanto. La idea era preservar el antiguo edificio dentro de una construcción acristalada que permitiera a su vez la aportación de luz natural al sótano.

Ercilla también se encargó de la reforma del Jardín de Falerina, un recinto privado, cercado por altos muros de piedra y muy mal conservado. El arquitecto ideó una ordenación sencilla con suelos ajardinados y que se abrió a las calles adyacentes.

La recuperación de este espacio venía de la mano de la reforma del palacio de Montehermoso, ambicioso trabajo en el que se trató de conservar y clarificar el trazado original del edificio, y conectarlo con el vecino depósito de aguas, también readecuado por Ercilla, vaciando una planta por debajo del palacio y excavando un túnel bajo la calle.

Su experiencia a la hora de reacondicionar viejos y señeros edificios de la ciudad aumentó con la remodelación del colegio Urkide, donde de nuevo se buscó respetar y mantener el edificio principal preexistente, catalogado dentro del patrimonio Arquitectónico de Vitoria.

También diseñó centros cívicos como el de Lakua, y fuera de la capital alavesa, el de Nanclares. Una intervención realizada sin permiso del arquitecto sobre una fachada de este edificio acabó en los tribunales, con el Consistorio condenado a eliminar el mural que se había pintado sobre una fachada.

De vuelta a Vitoria, Ercilla acometió la remodelación del entorno de la estación de ferrocarril, en la calle Jose Erbina, una zona muy deteriorada que daba una mala imagen de la ciudad a los visitantes que llegaban en tren. El proyecto de urbanización de la zona, completamente peatonal, contemplaba dos niveles de paseo, uno más elevado con vistas al tren y un segundo a nivel de los locales comerciales que recoge un extenso pavimento de madera. Sobre el túnel se proyectó un bar restaurante en el que hoy se ubica la nueva comisaría de la Policía Local.

Además, Ercilla construyó viviendas unifamiliares como la realizada en la localidad alavesa de Etura, en una parcela en pendiente, con un diseño que permitió minimizar el impacto visual de la construcción.