Partiendo de su libro Malestamos, que escribió junto al médico de familia Javier Padilla, Marta Carmona (Madrid, 1984) analizará este viernes en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa (18.00 horas) las raíces del sufrimiento psíquico y aportará distintas soluciones que no eludan su complejidad. La charla forma parte de HEI Escuela de la Ciudadanía, que organiza el área municipal de Gobierno Abierto y Centros Cívicos. La entrada será libre, previa inscripción en la web del Ayuntamiento.

Describe en ‘Malestamos’ un sentimiento que ha venido a denominar como de época, una sensación que no encaja ni en una enfermedad ni en una categoría clínica. ¿Cómo lo resumiría en pocas palabras?

Para mí el resumen más rápido es cuando le preguntas a tus amigos, conocidos o familiares cómo están y lo primero que hace la inmensa mayoría es suspirar y decir que es muy difícil contarlo todo. Es esa sensación de desesperanza, de cansancio, de falta de expectativas, de que incluso para hacer algo que nos apetece o ilusiona hay que robarle tiempo al sueño. Es sentir que tenemos muy poquita capacidad para decidir qué hacemos con nuestras vidas. Más allá del juego de palabras, elegimos como título Malestamos porque no hablamos de una categoría clínica, sino de un sufrimiento que tiene su raíz en las condiciones de vida. Pero que erróneamente se intenta abordar desde la psicopatología o una perspectiva clínica. 

¿Por qué defiende que ese malestar no puede recaer sobre la atención individualizada? 

Los terapeutas tenemos que ser honestos y reconocer que nuestras herramientas no sirven para responder al sufrimiento que generan la precariedad laboral o la situación de la vivienda, o a la incertidumbre que provoca la crisis climática, esa ecoansiedad. La propia definición de este concepto incluye que está motivada por la inacción de los gobiernos. Es una perversión total de la psicopatología utilizarla para estas cosas.

¿Qué soluciones va a poner sobre la mesa este jueves en Vitoria?

Una de las cosas que planteamos en Malestamos es que este malestar tiene que ver con que nos acercamos al fin de este sistema socioeconómico. Son muchas las señales de que este sistema se agota, pero todavía no vemos cuál va a ser el siguiente y eso genera una sensación de muchísima incertidumbre, de ir a la deriva. Precisamente, este es el momento de poner en circulación las prioridades que queremos para los próximos años, para lo que quiera que venga después. Y de eso voy a hablar: de poner la vida en el centro, de transformar nuestros entornos urbanos para que tengamos espacios de encuentro y podamos fortalecer las redes comunitarias... hay muchas cosas que se pueden hacer, pensando en un largo plazo pero también desde ya, y es imprescindible ponerlas en valor.

Asegura que mucho del sufrimiento que están atendiendo en las consultas tiene que ver con la desigualdad de género. Pero tanto el de ellas como el de ellos. ¿Cuál es la razón?

Eso es. El factor protector más potente frente a cualquier evento adverso en salud mental, suicidio incluido, es disponer de una buena red de apoyo. Y por cómo se ha organizado la sociedad durante muchísimo tiempo, las redes de apoyo se han establecido en torno a los cuidados. Y los hombres, muchas veces, se han desentendido de esos cuidados, ni siquiera han pensado que tenían que acceder a ellos. Y el precio que han pagado es quedarse sin esa red de protección. Muy probablemente, sin darse cuenta de que eso estaba pasando. Redistribuir los cuidados para que dejen de ser una carga, para que los podamos compartir entre todos y todos nos podamos beneficiar de ellos es otra de las líneas estratégicas para mejorar ese malestar y esa salud mental de todos.