"¿A dónde vamos a ir a ahora? Menuda faena nos haces". Son algunas frases que estos días está escuchando de sus clientes cuando ven el cartel que acaba de colgar en la tienda que regenta, "Ofertas por jubilación".

David Romero, el único sastre que queda en Vitoria, se jubila y cierra la tienda que abrió en el año 2015 en la calle San Antonio de la capital alavesa.

Desde los 15 años con una aguja y unas tijeras entre sus manos, David dejará de atender a su clientela, algunos muy fieles, el próximo 31 de marzo.

Apenas le quedan tres semanas para rematar encargos y despedirse de todos los vitorianos que han pasado por su negocio a hacerse un traje a medida o con un arreglo.

"Hay gente que una vez que prueba un traje a medida, ya no quiere otra cosa"

El jueves por la tarde le pillamos en plena faena. En el taller que tiene al fondo del local está arreglando un traje de novia.

Nos cuenta que el cliente valora mucho el diseño a medida y el producto exclusivo, a la hora de confeccionar las prendas que elabora con un material de alta calidad y indeformable (pueden pasar 15 o 20 años y la prenda sigue intacta).

"Hay gente que una vez que prueba un traje a medida, ya no quiere otra cosa", explica David.

Ha trabajado muchos años en la mítica sastrería Ibarra de Vitoria, ahora ya cerrada.

Desde que se puso en marcha allá por el año 1870, llegaron hasta la sexta generación de una familia de sastres que vino de Bizkaia a la capital alavesa.

En 2015 David Romero se puso al frente de su propio negocio, un pequeño local de la calle San Antonio.

Por su tienda han pasado todo tipo de clientes, desde novios y novias a hacerse sus trajes, hasta gente que le ha pedido una prenda o un traje muy específico.

Años de dedicación

"No solo es formarte. La de sastre es una profesión que requiere años de dedicación y aprendizaje continuo para poder responder a las demandas de los clientes", asegura David Romero.

Como anécdota, nos cuenta que una vez un cliente le pidió confeccionarle una sotana de obispo para ponérsela una sola noche en carnavales, por la que pagó 2.000 euros.

Es una profesión muy sacrificada. "A las ocho y media de la mañana ya estoy en el taller, y no llego a casa hasta las once de la noche", reconoce este sastre, trabajando de lunes a sábado. Como ejemplo, para elaborar un traje puede llegar a emplear una media de 40 horas de trabajo.

Ha intentado buscar a alguien que continúe con el negocio, totalmente artesanal. "Me hubiera gustado enseñar a alguien algunos conocimientos, pero ha sido muy difícil".