A la entrada de cada aula, taller e instalación deportiva del centro cívico Lakua luce un pictograma que facilita a los usuarios la información sobre el servicio que ahí dentro se presta. Es el broche de oro de la propuesta hecha por escolares del colegio Escolapias Paula Montal de Sansomendi, que el jueves visitaron emocionados y orgullosos el resultado de su aportación al barrio. Unai, Leyre, Zuriñe, Alex, Santi, Chaia, Miguel Ángel, David, Imanol, Ariadna, Elena, Álvaro y Melina recorren cada rincón y piso del centro cívico en busca de las decenas de pictogramas colocados y los identifican de un vistazo. Es una más de las actividades que estos chavales de entre 12 y 21 años con necesidades especiales de aprendizaje realizan acompañados de profesoras como Lore, Iohana y Erika, entre otras, de las aulas Estable y de Aprendizaje del colegio Paula Montal.

Unai y Elena encuentran los primeros pictogramas que señalan la máquina de refrescos, la ventanilla de información y el desfibrilador.

Estos trece jóvenes y adolescentes han contribuido a mejorar la accesibilidad cognitiva, lo que no es otra cosa que hacer el mundo más fácil de entender, gracias a decenas de pictogramas que les guían por el interior del centro cívico Lakua. “Para ellos es muy importante sentirse escuchados porque no están acostumbrados, así que están flipando porque ahora ven los resultados de su aportación”, aplaude Erika.

Y lo han hecho, primero identificado los obstáculos y después realizando una propuesta que, finalmente, el centro cívico ha hecho realidad. “El objetivo es que se impliquen en el barrio, en cómo mejorarlo, ése es el primer paso hacia la participación ciudadana; por eso es tan importante que su aportación tenga un resultado final y que lo vean”, defiende igualmente la coordinadora del centro cívico Lakua, Ruth Oliva, que dirige la visita.

Son escolares en los que confluye un cóctel de discapacidades que van desde el autismo en sus diferentes grados hasta la parálisis cerebral y el síndrome de Down, así que, por regla general, les cuesta concentrarse, razón por la que “solemos salir mucho de clase para mantenerles motivados porque si a nosotros nos saturan las rutinas, pues imagina a ellos”, apunta Erika.

De hecho, ya han realizado antes salidas a la piscina y al tatami en el que practican expresión corporal; la biblioteca les gusta menos, prefieren actividades de movimiento, por eso pronto se plantan frente al espejo que preside toda una sala en la que pueden bailar y ejercitar su cuerpo. Alucinan también en la sala de máquinas con la bici estática, la cinta para correr y los estiramientos en las espalderas, al igual que en el taller de cerámica o en el que los adultos tallan una gallina en madera. Cada uno tiene sus habilidades. Álvaro habla perfectamente inglés porque traduce literal, tal y como lo escucha; Alex, a nivel cognitivo es una máquina, luego se dispersa; y Elena rápido cuenta al llegar al taller de cocina que le gusta preparar pasta con queso, atún y mayonesa.

Ruth Oliva valora el resultado de esta formación como “superpositivo”. Como responsable del centro cívico ve fundamental que este equipamiento dé respuesta a las necesidades del barrio. “La finalidad es bidireccional, se trata de que los vecinos se acerquen al centro cívico y utilicen sus recursos, pero también de que el centro cívico dé una respuesta adecuada al barrio”, entiende.

También es tu barrio es un programa enmarcado en Hei txiki Vital que lleva a cabo el servicio municipal de Participación Ciudadana y la Fundación Vital en colaboración con Batekin. Uno de sus objetivos es, precisamente, identificar situaciones y problemáticas en las que el alumnado pueda proponer mejoras y eso es, justamente, lo que han hecho los escolares de Paula Montal interactuando con personas y objetos del centro cívico: piscina, biblioteca, graderío, sala de encuentro, ludoteca, taller de cerámica, pintura, cocina, gimnasio...

Niños, extranjeros y mayores

En su camino constantemente se toparon con zonas no señalizadas o textos complejos que les dificultaban conocer la actividad que ahí se realiza; obstáculos que pusieron en común en la siguiente sesión para, a continuación, elaborar la propuesta de mejora basada en pictogramas y trasladársela a la responsable del centro cívico. “Es un sistema muy utilizado con personas con autismo, ofrece un amplio abanico de posibilidades, incluso como idioma para comunicarse, ya que, además de ser muy visual, también permite formar frases completas”, explica Lore.

Ruth Oliva hace hincapié en la importancia de que todas las personas tengan las mismas oportunidades y, concretamente, aquellas que no puedan o sepan leer castellano.

En este sentido, los pictogramas son señales que no sólo van a facilitar el camino a estos escolares cuando acudan al centro cívico. También a niños muy pequeños que aún no han aprendido a leer, a personas que hablan otro idioma y a mayores a los que les cuesta leer la letra pequeña. Por eso, no descartan repetir la iniciativa en coordinación con el centro de salud de Sansomendi, adelanta Lore.

Zorionak chicos y chicas, gracias a vuestra propuesta, el centro cívico es un lugar más accesible y, por lo tanto, inclusivo, alienta Ruth Oliva.