Carmen Estrella, Agustín Plaza y María Jesús de Orte acuden a la uni de los mayores que dirige Aritz Ruiz sin la presión de tener que aprobar un examen, por el simple hecho de aprender; no persiguen un título que les dé el trabajo que ya jubilaron, sólo adquirir conocimientos.

A las Aulas de la Experiencia del campus alavés de la UPV/EHU con las que colaboran la Diputación de Álava y Fundación Vital, acuden 243 estudiantes de más de 55 años, 113 cursan la titulación Ciencias Humanas y 121 están en los Cursos Universitarios para Mayores, una formación post-titulación. 43 se estrenan este curso como universitarios, pero ¿con qué fin?, ¿qué les impulsa a regresar a las aulas?

“Cuando te jubilas, de alguna forma queda un vacío en tu vida que hay que llenar con una actividad, en mi caso intelectual”, dice Agustín Plaza. Reconoce que ha sido un paso muy importante en su vida, “un acierto cien por cien”, confiesa encantado este delegado de clase en 4º de Ciencias Humanas. “Está siendo una experiencia bastante buena, además de los conocimientos y de la capacidad de pensamiento crítico que adquieres, en mi caso me ayuda a conocer mejor la historia, que en la escuela te la daban un poco distorsionada; en cambio, en la universidad, los profesores son muy buenos en general, da gusto escucharles”, confirma Agustín Plaza.

También la forma de estudiar, la inquietud por aprender es diferente ahora. “Voy a la universidad porque quiero, no por obligación, así que no falto nunca a clase, salvo por alguna consulta médica; de hecho, los profesores están encantados con nosotros porque prestamos más atención que los jóvenes”, se enorgullece.

De mente inquieta, Agustín se mete en todos los fregados, lo mismo está con el colectivo vecinal de Salburua, que en Tuvisa, pancarta en mano en las protestas de los jubilados o asesorando a trabajadores en materia laboral dada su larga trayectoria sindicalista. Este año, además, se ha apuntado a un curso de fotografía para “sacarle más partido al móvil”, dice este activista social y sindical. No es todo, en sus ratos libres, le gusta caminar y nadar. “Tengo más trabajo que cuando trabajaba”, bromea. Además las relaciones con sus compañeros de pupitre van más allá de las aulas. “Hemos creado un bloque muy fuerte de amistad y hasta viajado al extranjero; hemos estado en Berlín y Bérgamo; también en Madrid”, enumera. “La Uni nos da mucha vidilla”.

Sin obligación

En su primera etapa estudiantil, cursó Automovilismo en Diocesanas, ahora Ciencias Humanas en la universidad. Le encantan Historia del País Vasco, Historia del Arte y Pensamiento Económico. Y sólo se le ha atragantado Paradojas. “Uf, ésa era durísima, pero como voy a gusto, no importa tanto”, se consuela.

Ya titulada, Carmen Estrella ha enganchado Ciencias Humanas con asignaturas de los Cursos Universitarios para Mayores en los que comparte pupitre con jóvenes universitarios, chavales, como les llama; una experiencia “maravillosa”, pese al miedo inicial. “Fue graciosísimo, entro en clase, saco cuaderno y boli, me doy la vuelta y veo a toda la clase con ordenadores: ¡vaya!, ya se ha notado quién es la viejilla, me digo; pero muy buena la relación con los chavales, sin problema, ya he perdido la vergüenza inicial y ahora me da igual sentarme en la primera fila; he comprendido que el mejor momento de estudiar es ahora, una pena que de eso no nos demos cuenta a los 17 o 18 años”, cuenta. Reconoce que, al principio, extrañó su presencia en clase. “Pero, ¿por qué vienes?, preguntaban; pues, porque me apetece y es una asignatura que quiero conocer –respondía–; ¿cómo que te apetece?, –insistían incrédulos–. Al fin y al cabo, para ellos es una asignatura más que tienen que aprobar y para mí es una experiencia de aprendizaje, nada que ver”, sonríe.

Se matriculó en las Aulas de la Experiencia a la par que su hijo en primero de carrera. Creía que aquellos profesores de su etapa estudiantil ya habían desaparecido, así que cuando el joven alguna vez se quejaba de las clases, Carmen pensaba “qué protestona es esta juventud”. Ahora comprueba que “sigue habiendo algún profesor que es para darle de comer aparte”. La diferencia es que ya no se calla. “Si no me gusta algo, se lo digo, pero los chavales se aguantan, como nos hemos aguantado todos, porque tienen un examen que aprobar”, cree. Con todo, reconoce la cordial relación que hay entre alumno y profesor. “Antes, pienso que era más de miedo que de respeto y ahora es de tu a tu por ambas partes”, compara.

La inquietud por la universidad le llegó a raíz de dejar el trabajo y ya lleva seis años matriculada. “Me lancé sin saber muy bien dónde me metía, pero genial”, valora. En su día estudió Secretariado, luego montó un negocio y ya nunca ejerció de administrativa; a los 63, está encantada rodeada de universitarios. “Pasan los años, pero hay cosas que no cambian; sigue habiendo estudiantes muy interesados en su carrera y otros a los que les importa un pito y sólo quieren aprobar para pasar de curso”, observa en las aulas. “Enseguida te das cuenta de quién tiene vocación y quién no”, apunta.

Cumplir un sueño

También a los 63, María Jesús de Orte está cumpliendo el sueño de su vida. Llegó hace dos años a Gasteiz desde la riojana Arnedo ya con la idea de las Aulas de la Experiencia en la cabeza. “No conocía a mucha gente en Vitoria, aunque socializar no ha sido la razón principal para matricularme, sino aprender; no tengo estudios y me lo debía”. Tras años dedicada a la política como concejala y activa en sindicatos y asociaciones, siempre ha tenido en mente estudiar. De joven le gustaba Medicina, ahora está encantada en Ciencias Humanas. “No falto a clase a no ser que esté mala malísima”, relata.

“Claro que estoy aprendiendo; a lo largo de la vida vas desarrollando otras habilidades, pero llegas aquí, a la universidad, y te das cuenta de que son temas de los que apenas sabes. También conoces a mucha gente y con el tiempo vas descubriendo personas entre los compañeros, y eso es igualmente un gran aprendizaje; el ambiente es estupendísimo, no sé qué adjetivo más puedo decir que encantada, y aunque no he ido al instituto, no me queda grande”, piensa.