En la cuarta cita del calendario, el Gran Premio de Azerbaiyán, Charles Leclerc firmó la primera pole de temporada no sustentada por Red Bull. Es decir, Ferrari podía aparentar un progreso en relación al dominio acontecido por la fábrica energética. Pero nada más lejos de la realidad. Llegó la carrera dominical y la realidad que acontece en la actual Fórmula 1 se impuso.
Nada más lanzarse la prueba en el circuito de Bakú, Leclerc se presentaba como carne de cañón. Max Verstappen no concedía metros y se mantenía como una prolongación del Ferrari. Al activarse el DRS en la tercera vuelta, llegó el esperado ataque del neerlandés. En el enlace entre la vuelta 3 y la 4, en la recta de meta, Verstappen rebasó sin contemplaciones a Leclerc, quien ni siquiera realizó amago alguno de proteger la primera posición, víctima del amargo destino impuesto por la tiranía de unos Red Bull que prácticamente solo se ve doblegada cuando suceden causas ajenas.
Eso ocurrió en la décima vuelta; poco antes entre el giro 5 y el 6, Sergio Pérez ya se había deshecho de Leclerc en el mismo punto y manera que hizo Verstappen. Un accidente de Nyck de Vries generó dudas en Red Bull. Verstappen ejecutó su primer cambio de neumáticos instantes antes de que Dirección de Carrera decidiera sacar a pasear el coche de seguridad. El neerlandés, al igual que ocurrió con Lewis Hamilton, que también había completado su primer pit stop, se vio perjudicado y descendió al tercer lugar. La situación de carrera en el Top 5 para el relanzamiento quedaba así: Pérez, Leclerc, Verstappen, Carlos Sainz y Fernando Alonso.
Instantes después de reanudarse la prueba en la vuelta 13, tanto Verstappen como Alonso avanzaron una posición. Mad Max visibilizaba sus prisas por librarse de Leclerc para rescatar sus opciones de victoria. No quería conceder margen a su compañero Checo Pérez, su gran rival en la pugna por el título. El asturiano, por su parte, perseguía con ahínco su cuarto podio del curso, del que solo le alejaba Leclerc tras adelantar a Sainz con una brillante y arriesgada maniobra. Y así se congeló la carrera, en una especie de hibernación, un remanso de paz.
Entró así en juego la gestión del consumo de los neumáticos. La degradación, a juzgar por los mensajes de radio, era superior a la que ofrecían las previsiones. Y ello aumentaba la incertidumbre de cara al final de la carrera. Si bien, en esa balsa de aceite, los Red Bull metían un segundo por vuelta durante los siguientes trece giros a Leclerc, tercero. Abismal.
A medida que se fueron agotando las vueltas los Red Bull fueron imprimiendo ritmo y en consecuencia tensión. Pérez y Verstappen comenzaron a marcar vueltas rápidas. Un bonito intercambio. Inmersos en este duelo de titanes, Pérez golpeó las protecciones con rueda delantera derecha y Verstappen tocó el muro en dos ocasiones con la rueda trasera derecha. Prueba de que uno se defendía con tesón y el otro atacaba sin cuartel.
La intriga inicial por el comportamiento de las gomas no fue tal. Los neumáticos aguantaron con decencia y no hubo mayores sobresaltos. Pérez, mientras, mantuvo a raya a Verstappen. No se escucharon mensajes desde el garaje en relación a cómo debían actuar. En cualquier caso, el mexicano se mostró impecable, sólido en el liderato, sin dar coartada a su compañero de equipo. Con actuaciones así, que reportan elevadas dosis de confianza, Pérez puede pensar con derecho a hacerlo que es viable su candidatura al título. Se benefició del una parada durante el coche de seguridad, pero su ritmo fue endiablado. “Está todo muy cerca entre los dos. Hemos tirado los dos; Max me ha empujado a mí y yo le he empujado a él, pero le he mantenido a raya”, celebró Pérez, que está a solo 6 puntos del líder.
"Pérez ha sido un poco afortunado", lamenta Verstappen
“Ha sido un poco afortunado. ¡Quién iba a saber que salía en safety car en esa vuelta!”, lamentó Verstappen. Si bien, así son la carreras y el caso es que Pérez se impuso el sábado en la carrera al esprint y también en la carrera del domingo, lo que conjugado con el resultado de Verstappen permitió a Red Bull rubricar el tercer doblete del curso para certificar que la superioridad sigue siendo muy evidente y quién sabe si irremediable. La introducción de mejoras en las próximas citas son el único argumento para el posible cambio de jerarquía.
“A una vuelta es posible batirles, pero a 51 es imposible. Tienen más ritmo. Ellos han encontrado algo que nosotros no. Nos sentimos un poco mejor, pero cuando ves la diferencia, seguro que ellos no están tirando al 100%”. Este fue el crudo discurso del poleman Leclerc, tercero a más de 21 segundos del vencedor y con Alonso próximo, en cuarta posición tras ganar dos plazas, aunque el asturiano se vio fuera del podio por primera vez esta temporada. Ellos, junto a Carlos Sainz, quinto, Lewis Hamilton, sexto, y George Russell, octavo, representan el siguiente escalón de competitividad.