La Unión Europea ha marcado la hoja de ruta que siguen la CAV y Navarra: aquella que contribuye a un modelo energético sostenible, es decir, de bajas emisiones de efecto invernadero, eficiente y seguro, basado en el uso de fuentes renovables y respetuoso con los derechos de los consumidores. Dicha transición, sin embargo, no está siendo sencilla. A los problemas estructurales que supone transitar de un sistema energético basado en el consumo de recursos fósiles procedentes del exterior, se suman los de aceptación social de ciertas soluciones, como la instalación de grandes parques eólicos y solares, por su impacto paisajístico, entre otros.
De hecho, las energías renovables tienen aún un peso menor en el mix energético vasco. Por ejemplo, Euskadi registró 1.051 GWh de producción eléctrica de origen renovable durante 2022, lo que supone un 11,2 % del total del territorio (que superó los 9.000 GWh). La potencia instalada verde representa actualmente el 15,8 % de la cifra global (2.966 MW) y el 66,4 %, al ciclo combinado, según el Informe del sistema eléctrico español 2022 y el Informe de energías renovables 2022 presentados en marzo de este año por Red Eléctrica.
El balance, en Navarra, es más positivo. El 45,4 % de la energía producida en el territorio proviene de energías renovables (la eólica es responsable del 34,8 %), que suponen el 56,8 % del parque de generación navarro (3.171 MW), el 42,7 % a cuenta de la energía eólica (1.355 MW), un 3.8 % más que en 2021. El ciclo combinado representa el 38,5 % de la potencia instalada en el mix energético navarro.
Gobernanza energética
La apuesta de las instituciones por acelerar el proceso de autoabastecimiento en la última década ha comenzado a dar sus frutos. En Euskadi, esta se materializa en la Estrategia Vasca de Cambio Climático Klima 2050 (de 2015), la Estrategia Energética de Euskadi 2030 (de 2016) y en el Plan de Transición Energética y Cambio Climático 2021-2024 (de 2021). Este último busca reducir en un 30 % la emisión de gases de efecto invernadero y una cuota de energías renovables del 20 % en el consumo final de energía (en 2020 era del 16,9 %, el 8,5 % sin contar la electricidad importada).
Dichas políticas, energéticas y climáticas, han contribuido, hasta la fecha, a mitigar los gases de efecto invernadero (GEI), que en 2019 se habían reducido en un 11 % respecto a 1990 (el objetivo europeo era del 10 % en 2020); a mejorar el abastecimiento de la energía y su eficiencia (ha mejorado un 40 % en los últimos 30 años) y a reducir el consumo eléctrico, que en 2022 descendió un 3,7 %, el valor más alto de los último años, a excepción de 2019.
Las políticas energéticas y climáticas han contribuido a mitigar los gases de efecto invernadero un 11%
El consumo de carburantes, por el contrario, sigue aumentando (un 2,5 % en 2022), así como el de gas natural (un 8,4 %), y con este, las emisiones provocadas por sectores como el del transporte. El proyecto de Ley de Transición Energética y Cambio Climático, aprobado en Consejo de Gobierno en mayo, y cuyo objetivo es alcanzar la neutralidad climática en Euskadi antes de 2050, tiene la intención de mitigar este tipo de impactos, desacoplando la actividad y el crecimiento económico del consumo de energía y de las emisiones. Es decir, dicha legislación pretende contribuir a la aceleración del proceso de transformación energética y a la consecución de los objetivos europeos con la mayor brevedad posible.
En Navarra, en Plan Energético de Navarra Horizonte 2030 (2018) y la Ley Foral de Cambio Climático y Transición Energética, publicada en abril de 2022, reman en la misma dirección. Y es que, la conquista de una economía baja en carbono es una gran oportunidad no solo medioambiental, sino para el desarrollo industrial y la creación de empleo en ambas regiones. De hecho, su contribución va más allá, procurando la disminución del gasto energético de las familias y de las empresas, sobre todo de la industria, favoreciendo una mayor competitividad de las primeras y el alejamiento de la pobreza energética de las segundas.