La suspensión de los aranceles globales establecidos a bombo y platillo por Donald Trump en el acto de propaganda que el presidente calificó como “Día de la Liberación” da forma jurídica a la evidencia política del autoritarismo del inquilino de la Casa Blanca pero no garantiza un giro ni una estabilización de la tensión comercial. Un tribunal federal compuesto por tres jueces con mayoría conservadora –designados dos de ellos por Ronald Reagan y el propio Trump–, ha considerado que la estrategia unilateral arancelaria es ilegal, carece de sustento en la legislación estadounidense y el presidente se extralimitó en sus funciones. La decisión, recurrida de inmediato, implica que las decisiones de Trump son arbitrarias, pero también anticonstitucionales por no estar sometidas al poder legislativo. Este último aspecto podría soslayarse con una mayoría de respaldo en el Congreso que, en realidad, existe sobre el papel pero no ha buscado. El escenario consecuente a esta situación no conlleva la estabilidad del marco comercial global sino que mantiene la incertidumbre por la imprevisible reacción del presidente. La advertencia de la ilegalidad de sus acciones no es nueva y no ha mermado su voluntad de romper con las reglas de equilibrio en materia comercial, de seguridad, de medio ambiente y de derechos humanos en tanto su convicción es la de no someter su voluntad a consenso. Está por medir el grado de afectación de la decisión en los procesos de negociación que ha establecido con los diferentes agentes comerciales globales. La intención de su política de aranceles era modificar la relación de déficit estructural con Europa y China, fundamentalmente, y ablandar las posturas de sus socios más cercanos –México o Canadá–. Ahora, la precipitación sería un error y la negociación en marcha no debería orientarse a compensar los intereses de la economía estadounidense para volver a la situación anterior. Aunque no sea interesante para nadie un atasco de la actividad y el intercambio con EEUU, tampoco lo es encarecer el coste del status quo previo. La presión interna empieza a aflorar –la demanda original contra los aranceles parte de cinco empresas estadounidenses y la Reserva Federal no actuará sobre la política monetaria en tanto no se aclare el escenario comercial– y convendrá mantener la prudencia.
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