Francisco de Quevedo ya advertía de que poderoso caballero es don Dinero. Muchos siglos después de que la pluma del madrileño modelase negro sobre blanco una sentencia universal, la realidad le sigue dando la razón. Incluso (y sobre todo) en las relaciones internacionales. Lo que otrora se incluía bajo el epígrafe de diplomacia, hoy ya no esconde intenciones. Paz y/o privilegios económicos para quienes gestionan el territorio (desde las instituciones o por las armas) a cambio del control estratégico de minerales, tierras raras, materias primas u otros recursos apetecibles para las economías de Occidente –antiguas potencias coloniales–, EEUU, China o Rusia, que generalmente ejercen su poder e influencia con aquellos países, regiones y zonas más depauperados social, económica y políticamente y, habitualmente, sacudidos por la división, las contiendas civiles o la inseguridad. Ejemplos hay, y cada vez más.

A la cacareada pretensión de EEUU de acceder en condiciones ventajosas a los depósitos de las llamadas tierras raras –escandio, itrio y los 15 lantánidos de la tabla periódica– de Ucrania a cambio de paz y de los servicios prestados para la guerra, se suma el interés del mismo país en las minas de coltán –imprescindible en los condensadores de los aparatos electrónicos– existentes en el Congo –desangrado por la guerra en los últimos 30 años– o el nuevo colonialismo impuesto por China y Rusia en África, que a cambio de inversiones en infraestructuras o en armas, mercenarios y asesores militares en áreas de violencia, corrupción e inestabilidad palpables, se garantizan preferencia en las relaciones comerciales y en el acceso a los recursos más preciados.

Esta política de relaciones internacionales tiene datos interesantes, como los aportados por el Fondo Monetario Internacional. Según sus registros, el gigante asiático copa el 20% de las exportaciones del África subsahariana y ya es su principal acreedor, al controlar más del 17% de la deuda total de la zona tras inversiones milmillonarias en instalaciones de minería y energía. Ejemplos y estadísticas que no sirven para ocultar una realidad concreta, que solo sirve para perpetuar el subdesarrollo en los países afectados, generalmente, ricos en recursos. En ellos, es común que las élites militares, políticas o económicas se repartan dividendos de planes de inversiones que nunca llegan a la población.