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Editorial

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Los aranceles, otra guerra más

La inesperada e imprevisible guerra arancelaria desatada por Trump ha conmocionado el mundo económico y político con un efecto dominó. Con la imposición desde este sábado del 10% de aranceles a todos los productos que entren a Estados Unidos y la ampliación al 20% a partir del miércoles de ese arancel para los productos procedentes de Europa, el mercado mundial ya ha reaccionado y no se auguran tiempos fáciles. Resulta complicado articular respuestas a escala local ante un reto global que paradójicamente tiene como esencia la vuelta al aislacionismo económico. EEUU está protagonizando una especie de Brexit pero mundial.

Primero América. Después también, solo América. Pero igual no le sale como espera, ya que la economía de EEUU también sufrirá a corto plazo un impacto negativo con esta imposición de aranceles a escala mundial. Es probable que detrás de estas decisiones aparentemente casi temerarias, da la sensación de que no ha calculado bien lo que todo esto puede suponer también para los consumidores americanos, que ya han empezado a reaccionar con protestas en las calles, haya una estrategia política y económica del presidente Trump y sus grupos de influencia.

Pero lo que toca ahora es intentar reaccionar y responder a esta nueva crisis internacional, que viene detrás de la crisis generada con el covid 19 y de la de la guerra de Ucrania. No hay tregua. Y urge hacerlo a una escala local pero también estatal y europea. La reflexión es la misma. Por una lado se impone darle la vuelta a la situación y apostar por el consumo y los productos propios.

Consumir lo cercano más que nunca. Seguramente no será suficiente. Y más allá de eso, la reflexión clave es identificar también aquellos sectores que van a resultar estratégicos y protegerlos de la dependencia del exterior. Pero no se puede responder al aislacionismo y la agresividad de los aranceles solo con más proteccionismos y más barreras. Es preciso buscar nuevas alianzas geopolíticas y otros mercados.

El mundo no se acaba en EEUU, aunque se le haya dejado tanto espacio que a veces lo parece. Y tanto Europa como nuestros entornos más cercanos tienen un valor añadido importante: la fiabilidad de su tejido productivo e industrial y la seriedad en las relaciones comerciales. Ante la incertidumbre toca generar confianza. Y por supuesto articular los apoyos y las medidas necesarias para que el ámbito socioeconómico y la propia ciudadanía puedan salir adelante en una era incierta.