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Editorial

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Trump, un lobo también para EEUU

La ascendencia de Donald Trump en la ruptura del equilibrio tradicional en las relaciones internacionales es una evidencia difícil de contestar. Las amenazas de aranceles y la imposición de estos a rivales y socios, los anhelos expansionistas con las miras puestas en Groenlandia, el canal de Panamá e, incluso, en la franja de Gaza para convertir esta en una suerte de resort y el acercamiento a países, regímenes y líderes que hasta hace unas semanas eran poco menos que innombrables para la política estadounidense han provocado un seísmo en las cancillerías de medio mundo. Sin embargo, pese a todo ello, donde de verdad se está notando el ansia (des)reguladora del magnate inmobiliario metido a presidente de EEUU es de puertas adentro. Las decisiones adoptadas por esta segunda versión de un gobierno trumpista, todas las certidumbres de su hoja de ruta y las formas a la hora de llevarlas a cabo ya tienen consecuencias negativas en la opinión pública norteamericana, en sus gigantes empresariales y en su economía. Es cierto que la legislatura en aquel país acaba de comenzar y aún restan casi cuatro años en los que la situación puede variar como de la noche al día. Aún así, parece significativo que la última encuesta de Rasmussen Reports refleje una pérdida de apoyo interno del líder de los Estados Unidos. El trabajo demoscópico recoge que el 51% de los votantes aprueba la gestión del actual gabinete presidencial. Por contra, otro 48% la rechaza. Lo trascendental no es esa diferencia, sino que esta ha pasado en dos semanas de una ventaja de 10 puntos a solo tres. La amenaza de una crisis inflacionaria ya en ciernes, con especial repercusión en la cesta de la compra y en el precio de medicamentos en un país sin sistema público de salud ni cobertura universal de asistencia médica, preocupa mucho a los votantes, al igual que el paulatino desmantelamiento de la administración ligada a programas sociales y a los servicios públicos. Aún siendo importante todo ello, puede palidecer ante las grandes magnitudes económicas. Las primeras estimaciones hablan ya de una contracción del PIB del 2,8% en el primer trimestre y de la desazón instalada en las grandes empresas tecnológicas de EEUU. En apenas tres semanas, los siete principales conglomerados corporativos de ese perfil, con Meta, Amazon o Tesla entre ellas, han perdido 2,7 billones de dólares de capitalización bursátil, el equivalente al PIB de Francia. Quizás, la Administración Trump ya ha descubierto cuál es la horma de su zapato.