La sentencia anunciada contra el expresidente de la Federación española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, no debería dejar abierto un debate, siquiera retórico, sobre la calidad ética de los hechos juzgados en virtud de la dimensión de la sanción. El beso no consentido a la capitana de la selección de fútbol ha sido considerado una agresión sexual en tanto ejecutado sin consentimiento de la denunciante. Conviene, por tanto, evitar un relato en el que, amparado en la baja intensidad de la sanción, se pretenda mermar la trascendencia social del comportamiento. La pena de multa con la que se salda el caso es motivada por la consideración judicial de los hechos y el tipo penal: agresión de menor intensidad. Un beso impuesto no es penalmente equiparable a una agresión sexual en grado superior, con prevalencia o violencia, lo que no resta un ápice al reproche ético que debe conllevar. La dificultad de acreditar que la posición jerárquica de Rubiales sobre Hermoso es coadyuvante a su actuación puede ser penalmente indemostrable, pero de nuevo incuestionable éticamente. Si no lo propició sí debió haber sido razón para evitarlo. Igual circunstancia cabe entender que ha operado al desestimar el delito de coacciones. En la calificación del mismo, deben participar, según jurisprudencia aludida por el juez, algún acto de violencia o intimidación y el tribunal no considera acreditado que las conversaciones y la intervención de terceras personas de la Federación para que Hermoso se desdijera lo constituyan. Más allá del procedimiento penal, la sanción social es otro ejercicio de justicia. Ha quedado de manifiesto un ejercicio de corporativismo interesado en torno a la figura del presidente, así como su voluntad de catalizar la adhesión del entorno federativo a su relato. Las imágenes de su intervención ante la asamblea de la Federación son explícitas en ese sentido. Pero, además, debe quedar asentada la convicción colectiva del componente machista del incidente, que solo se explica por la condición femenina de la víctima. ¿Cabe alguna duda de si el triunfo del combinado masculino en la Eurocopa del verano pasado habría dado lugar a una celebración similar con el capitán Álvaro Morata? La euforia del momento desinhibió una actitud sexista y eso es lo que hay que condenar y desterrar.
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