Un diagnóstico profundo y dispuesto a despojar los debates territoriales del Estado de la concepción uniformizadora del mismo debería permitir acometer sin dramas y con sincera voluntad de servicio al bienestar ciudadano la necesaria actualización del modelo administrativo. Ejemplo de lo que viene lastrando esa posibilidad lo dieron ayer los partidos de la derecha española en su rechazo a la actualización de la Ley Orgánica de Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra (Lorafna) al objeto de facilitar la transferencia de tráfico entre las competencias forales. Agitando el emblema de la Guardia Civil en las carreteras de la Comunidad Foral, rechazaron infructuosamente una medida que habilita una gestión más cercana y eficiente de la seguridad del tráfico. Una postura que se suma al rechazo de este mismo sector ideológico a admitir reformas que mejoren el autogobierno o que revisen el reconocimiento de las especificidades vasca y catalana. La trampa argumental de la insolidaridad, esgrimida de nuevo en el caso de la financiación de Catalunya, permite no encarar el fracaso de un modelo cuya descentralización nominal no ha ido acompañada de medidas de sostenibilidad financiera, hasta fiar la persistencia del modelo a una dependencia económica de buena parte de las administraciones autonómicas. Sin mecanismos de responsabilidad fiscal descentralizada, con un esquema de desarrollo en torno al foco de intereses de la capital del Estado, la revisión del modelo de crecimiento debería llevar sin complejos al reconocimiento de la diversidad, el compromiso con la corresponsabilidad que hagan de la solidaridad interterritorial una consecuencia natural y no una mordaza argumental. El derecho al desarrollo de la ciudadanía castellana o extremeña no lo limitan la vasca o la catalana. Confrontarlas por mero afán de poder es desleal y reprobable. La parcelación simétrica, como mecanismo diluyente de las especificidades plurinacionales, ha acabado siendo un lastre para quienes nunca aspiraron a autogobernarse. Fórmulas democráticas federalizantes, multi o bilaterales, confederales y asimétricas ofrecen alternativas testadas en países avanzados. El debate está abierto y habilita la legítima aspiración de quienes demandan mayor autogobierno y reconocimiento.