El denominado plan de regeneración democrática de Pedro Sánchez es aún un esbozo que ha abierto ya otro debate en materia de libertad de información y fiabilidad de la misma. Toda aproximación a los medios de información en democracia debe hacerse desde el objetivo de garantizar la pluralidad y la libertad de los mismos; pero no cabe, a estas alturas, obviar que la desinformación existe y que persigue inducir una determinada opinión pública en beneficio de juegos de poder. Para la democracia, la información fiable y veraz es factor central de su sostenibilidad porque se pone en manos de la ciudadanía, que es quien otorga la legitimidad del poder. El uso responsable de ese poder no es posible si es fruto de maniobras de manipulación que no están amparadas por el derecho a la libertad de expresión. Mentir se sanciona civil y penalmente en función de sus efectos; sería absurdo premiarlo económica o políticamente. Pero la restricción legal de usos y prácticas indeseadas o espurias en el ejercicio de la profesión informativa debe tener reglas claras, contrastables y protectoras de derechos, de la pluralidad y de la libertad editorial. No generar mecanismos de uso discrecional por el poder, ni mucho menos unilateral, porque la ausencia de consensos es el camino hacia el sometimiento al interés particular. Los objetivos deben pasar por evitar la impunidad del poder público y la del privado y la desinformación es una herramienta de ambos. Las democracias se sostienen por el sufragio pero la manipulación de la información las desliza a prácticas liberales y propicia legislaciones que no respetan principios y derechos democráticos. La Comisión Europea promovió y negoció con los gobiernos de la Unión y la Eurocámara actualizó en mayo pasado un reglamento sobre libertad de medios de comunicación desde el concepto técnico de competencia y mercado pero que aterriza en la trascendencia de la función periodística para crear y sostener sociedades libres y democráticas. Busca una garantía de independencia editorial, una protección de la labor informativa y una fiabilidad de la información. Un marco que complementa el autocontrol deontológico de la profesión, que no siempre alcanza a garantizar la veracidad. Fiabilidad es el valor a preservar y la desinformación no tiene acogida en él.