La 60ª Conferencia del Clima comenzó ayer en Alemania en vísperas de celebrarse el Día Mundial del Medioambiente y cuando este país está sufriendo un fenómeno meteorológico extremo que ha causado inundaciones con miles de damnificados y al menos dos víctimas mortales. Las advertencias de los informes científicos insisten en que la sucesión de estos fenómenos extremos es creciente y paralela al calentamiento global. Sin caer en discursos apocalípticos pero muy alerta frente a los negacionismos, es preciso constatar que el clima mundial sufre una transformación por causa del calentamiento que agrava la frecuencia e intensidad de fenómenos. En este marco, la eficiencia en la respuesta ante las amenazas globales pasa por alejarse de dogmatismos. La expectativa de un calentamiento medio de 2,7 grados en el horizonte del año 2100 puede parecer muy alejada y conllevar una relajación que ralentiza la respuesta –de los casi 200 países concernidos, solo 57 han elaborado ya un plan climático– al objetivo de limitarlo a 1,5 grados. Sin embargo, es importante advertir de que la huella ecológica humana tiene una incidencia directa y de que hay un efecto directo de las medidas y compromisos adoptados hasta la fecha, sin los cuales la expectativa de ascenso de temperaturas sería de hasta 5 grados. Si ha habido mecanismos para reducir a la mitad ese impacto previsto, no perseverar en una nueva reducción sería frívolo. Para ello es fundamental que el compromiso con la reducción de emisiones de los países industrializados no se vea mermado por intereses económicos. El equilibrio de las obligaciones contraídas tiene varias direcciones. En primer lugar, debe ser equitativo en el esfuerzo, de modo que no cargue su coste en el bienestar de la ciudadanía y castigue a quienes tienen menos recursos también en el denominado primer mundo. Pero, además, estaremos condenados al fracaso si se dictan condiciones que impidan el desarrollo de países sin medios para compaginar la mejora de la calidad de vida con el respeto ambiental. No puede imponerse una estrategia climática proyectada a terceros a costa de su bienestar ni pretender una transición acelerada con costes humanos y económicos que muevan al rechazo. El equilibrio es difícil pero el desequilibrio será desastroso.
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