No se auguran demasiadas sorpresas en la configuración de gobiernos municipales y forales en Euskadi; el horizonte se despeja hacia un acuerdo de gobierno PNV-PSE que reproduce una fórmula acreditada y que ha sabido aportar gestión eficiente al país durante cuatro años de extrema dificultad por tensiones sobrevenidas del exterior, desde el ámbito económico al social y sanitario, sin precedente. Las bases de confianza construidas desde el respeto mutuo –también a las diferencias– y la aglutinación de sensibilidades sociopolíticas transversales y representantivas de una mayoría de los votantes volverán a aportar la estabilidad que requiere el momento. El modelo bipartidista, que se dio por enterrado en el Estado y se pretende rescatar ahora, no aparece en la voluntad de la ciudadanía de Euskadi cuando se expresa en las urnas, por muy polarizados que estén los enfoques políticos. Hasta seis fuerzas diferentes tienen representación –más o menos estable, más o menos numerosa– en la estructura social vasca. Las mayorías legitimadoras deben buscar consensos que agrupen puntos de vista coincidentes en las grandes necesidades y su tratamiento. Lo contrario supondría dejar el timón de demasiadas instituciones en manos de minorías perfectamente homologadas por las urnas, pero claramente insuficientes en su representatividad. El voto legitimador ha configurado escenarios de mayorías suficientes e insuficentes en distintos consistorios y juntas. Allí donde se traslade el acuerdo de PNV y PSE no habrá otra con mayor respaldo, lo que deja fuera de sentido otros debates. En aquellos ámbitos en los que esa mayoría pueda resultar aritméticamente insuficiente, todo el resto de partidos políticos tienen la legitimidad de disputar y de propiciar uno u otro gobiernos. Esta circunstancia afecta a PP y Elkarrekin Podemos, pero especialmente a EH Bildu, cuya capacidad de concitar mayorías por adhesión está notablemente mermada por su propia estrategia en Euskadi de alternativa a todos los demás. Su crecimiento topa con el techo de un dogmatismo que la orilla. En cierta medida, cosecha la misma dificultad para atraer a su lado a otros socios que la que ha padecido durante años el PP por su discurso extremo en sentido opuesto, lo que no les impedía ayer mismo votar juntos como oposición.