La convocatoria de urgencia de elecciones generales anunciada ayer por Pedro Sánchez para el próximo 23 de julio nace del descalabro sufrido por el PSOE en las municipales y autonómicas del pasado domingo y contiene demasiados indicios de estrategia de perfil propio como para considerarse el escenario más oportuno para la ciudadanía. En primer lugar, Sánchez renuncia al desarrollo de un cuadro legislativo que tenía comprometido aún en esta legislatura. Además, suspende definitivamente el cumplimiento de compromisos acordados en su investidura con los partidos que la sostuvieron, como las competencias pendientes de transferir y de negociar. Y, sobre todo, la convocatoria responde principalmente a su propia situación de debilidad interna, con una pérdida severa de poder institucional de sus barones y un desencuentro abierto en el seno de su partido. Sánchez lanza un órdago al PP ante la perspectiva de un desgaste mayor en los próximos meses y se abraza a su propia imagen para tratar de contrastarla en el imaginario del votante desmovilizado anteayer con las que se van a producir en la próximas semanas en forma de constitución de gobiernos locales y autonómicos en los que se hará visible el acuerdo del PP con Vox para alcanzar las mayorías de gobierno que anhela. El presidente español juega su última baza haciéndola girar de nuevo en torno a sí mismo, con la expectativa de catalizar un voto de izquierda y centroizquierda que no puede estar más dividido y en estado de shock por el desplome de las corrientes de Unidas Podemos. La pretensión de polarizar entre él y la derecha la decisión del electorado se aferra al hecho de que le separan del PP solo 3,5 puntos en el voto real ejercido el 28-M y es consciente de que la abstención le ha dañado más a él. Vuelve a encararse un reto electoral en términos de movilización en pleno mes de julio. Una movilización especialmente exigente para los territorios de Hegoalde, donde la participación se ha reducido en la cita del domingo entre un 3,5 y hasta casi un 6% según el territorio. Y una precampaña electoral activada de la que deberán abstraerse los partidos para alcanzar acuerdos de gobernabilidad en las instituciones recién elegidas y no ceder a la conveniencia de un Pedro Sánchez que les da la espalda en su propio interés.