El final de la campaña en el Estado llegó intoxicado por la sucesión de escándalos, preocupantes todos, sobredimensionados intencionadamente otros, que ha permitido desenterrar discursos que cuestionan modelo de representación. En algunos casos, las denuncias de compra de voto han alimentado el mero descrédito del rival aun a costa de poner en solfa la fiabilidad de un procedimiento que se ha mostrado sólido en un 99% de las ocasiones y ha sido capaz de regenerarse cuando no. La democracia representativa es la fórmula más estable, más equilibrada y más igualitaria de participación en la política. Pero requiere ser asegurada mediante el ejercicio comprometido de una convicción social que se traduzca en participación. La tentación de tomar distancia del ruido y la manipulación que se ha convertido en eje de la acción de determinadas estrategias políticas puede acabar yendo en perjuicio de la sostenibilidad del sistema. La debilidad del proceso de legitimación mediante el voto que conlleva una baja participación no hace sino sobredimensionar aquellas opciones que promueven el populismo frente al diagnóstico, el mensaje visceral y las soluciones mágicas frente a la certeza de un marco jurídico que siempre puede ser adaptado a las demandas de la ciudadanía por el proceso legislativo. Las elecciones de mañana ofrecen la oportunidad de rescatar las virtudes, el valor del voto popular empezando por los niveles más cercanos a la ciudadanía: el municipal y el foral. La política de proximidad, la que no se televisa en prime time, tiene la oportunidad de abrirse paso frente a los discursos diseñados por las estrategias de marketing político, importados de realidades ajenas o directamente utilitaristas de la voluntad del votante para objetivos lejanos a sus intereses. La democracia representativa precisa del sufragio activo y la movilización en conciencia. Un muro de votos y urnas es el mejor freno para las tentaciones aventureras y para quienes buscan debilitar el marco institucional para sustituirlo por otro más manejable y menos controlado por las personas que deciden la ruta del país con su libre decisión. El derecho a decidir se construye a base de ejercerlo en los ámbitos más próximos para blindar el modelo que sostiene el bienestar y el desarrollo social justo. Votar es su mejor seguro.
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