El Estado español está viviendo un largo y recurrente periodo de fuerte sequía que está afectando de manera ya alarmante a los recursos hídricos y amenaza seriamente a muchos cultivos de los que viven miles de familias, lo que, además, puede redundar en una escasez de productos alimentarios básicos que encarecería aún más su precio. No se trata de un fenómeno aislado ni coyuntural. Es una consecuencia directa más del cambio climático que está provocando ya eventos extremos en todo el mundo. Los últimos estudios publicados muestran un panorama desolador de consecuencias prácticamente ya irreversibles. El año 2022 fue un infierno climático con una temperatura media mundial que superó en 1,15º la media de la época preindustrial, y 2023 amenaza incluso con superarle. La casi total ausencia de lluvias en los últimos meses y los tempranos incendios que han tenido lugar sobre todo en Asturias fuera de la temporada habitual en estos episodios son ejemplos de ello, así como la absolutamente inédita ola de calor prevista para la semana que hoy arranca con temperaturas propias de pleno verano. Según el informe Estado del Clima en Europa elaborado por el Servicio de Cambio Climático de la UE, el continente vivió en 2022 el segundo año más cálido de su historia, con “intensas y prolongadas olas de calor” y el mayor número de días con “estrés por calor muy fuerte”. La grave situación que sufre el Parque de Doñana es paradigmático. La lamentable polémica levantada, con evidentes tintes electoralistas, abunda en la ausencia de medidas reales y efectivas para paliar en lo posible un problema que viene décadas larvándose y que ahora deben acelerarse, lo que no significa improvisarse. Aunque la falta de agua se siente también en Euskadi, la situación no es tan alarmante, aunque los agricultores y ganaderos sobre todo de Nafarroa y Araba y de algunas zonas de Bizkaia y Gipuzkoa están teniendo ya problemas y prevén aún más dificultades si continúa sin llover, tras unos meses de febrero y marzo especialmente secos. Con todo, el abastecimiento de agua está garantizado para más de un año. Más allá de medidas concretas ante problemas acuciantes como la sequía, se requieren estrategias globales y comunes lideradas por la UE en la lucha contra el cambio climático. De ello depende la supervivencia del planeta.