Hay que reconocer que pocas organizaciones como la Iglesia católica para desplegar pompa, boato y fastuosidad. Qué imágenes las del cónclave... Lo tienen todo, la arquitectura magnífica del escenario, la maestría de las pinturas, la grandiosidad, la perfecta sincronía de colores, la trascendencia de los himnos, la liturgia histórica... Y en medio de este despliegue sin parangón, el arzobispo jubilado Anselmo Guido Pecorari, de 79 años, contó al Corriera della Sera que durante un cónclave –no llegó a especificar en cuál– un cardenal invitó a varios de sus colegas a su habitación de la residencia de Santa Marta tras la cena y al parecer se trincaron los licores del minibar. El asunto es que al concluir el cónclave le presentaron la cuenta y, para su sorpresa –y parece ser que cabreo–, incluía los licores. La anécdota plantea unas cuantas preguntas. ¿Licores en la residencia de los cardenales? ¿Qué licores? ¿Anís? ¿Limoncello, por aquello del kilómetro cero? ¿Algo de más abolengo tipo cognac Courvoisier? ¿Las intrigas y los conciliábulos no tienen más pedigrí en algún recoveco sombrío de algún magno pasillo? ¿O la reunión tenía motivos más triviales, yo qué sé, un partido de Champions? ¿Y para cuándo pulserita todo incluido en Santa Marta?