El Gobierno de Navarra aprobó ayer el Anteproyecto de Ley de Presupuestos, el vasco lo prevé el próximo martes y el español lo hizo hace ya dos semanas largas. Cada uno de ellos se maneja en escenarios de suficiencia o necesidad de respaldo de las fuerzas no asociadas al gabinete, o directamente instaladas en la oposición. Así, el Gobierno de María Chivite precisa de los votos de EH Bildu o su abstención para sacar adelante sus presupuestos; el de Pedro Sánchez el acuerdo con los partidos de la investidura; y el de Iñigo Urkullu tiene suficiencia con la mayoría absoluta de PNV y PSE. Los presupuestos de 2023 son una necesidad imperiosa ante el escenario de crisis prolongada y la necesidad de encarar necesidades en materia energética que desaconsejan la mera prórroga de las partidas definidas en el escenario de 2021. La aportación en positivo del conjunto de fuerzas políticas es tanto más necesaria cuanto más imprescindible su participación –Navarra y el Estado– pero no es desdeñable aunque esta no sea precisa –CAV–. No cabe ocultar la diferente lectura de situación y sus efectos sobre el clima político preelectoral. En el caso de los presupuestos de Gasteiz, la experiencia indica que no son buenos mimbres pretender enmendarlos desde la pretensión de una reorientación estructural de los mismos –como exigía ayer EH Bildu en Gasteiz– cuando no se dispone del respaldo social democrático convertido en representación parlamentaria. Una concepción de la sociedad y la economía del país no respaldada mayoritariamente en las urnas no puede ser el baremo sobre el que pivote un proyecto de semejante importancia. Entender los límites de la propia representatividad allanaría el camino hacia acuerdos de país. Lo contrario será un mero ejercicio de oposición, legítima pero sobreescenificada, en la antesala del ciclo electoral de año y medio. También para la oposición es más cómodo no comprometerse en unos presupuestos que admitir los límites prácticos sobre los que deben ser construidos. Un escenario que agitan EH Bildu y Elkarrekin Podemos ante las cuentas de Urkullu, que necesariamente se vestirá de pragmatismo con las de Chivite y que adquiere un tono de mansa inevitabilidad en las de Sánchez. La participacion de amplio espectro será una virtud si sirve para un mecanismo de suficiencia sólido.